Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

martes, 31 de agosto de 2010

IUS XIV

- Majestad -el primero en reaccionar el es duque. Los demás nos volvemos con cierto temor hacia la puerta. Ahí está ella. La reina. Su capa granate realza su figura. A mi lado Bernardo deja escapar un suspiro pero mis ojos están fijos en Isabel.
- Duque Víctor -la reina espera paciente que el duque recorra los pasos que los separan. Luego acepta su breve y temerosa reverencia. La reina mira hacia la madre del duque - Antonia -pronuncia su nombre con tono sombrío.

- Sed bienvenida a nuestro humilde castillo -la madre del duque, Antonia, no se mueve ni un solo milímetro. Todo su cuerpo denota provocación.

- Bien, esta no es una visita de cortesía -la reina aparta de su trayectoria al duque y mira con ira a Isabel - alguien se ha llevado algo que me pertenecía y vengo a recuperarlo.

- ¿Y de que se trata querida, te han robado uno de tus célebres vestidos? -Antonia, la madre del duque, se ríe sin control. El resto de la estancia permanece en silencio.

- Soy la reina -el enfado de la soberana va en aumento, pero no aparta los ojos de Isabel.

- Eso ya lo has dicho -Antonia se interpone entre las dos mujeres, protegiendo con su cuerpo la delgada figura de Isabel.

- Soy tu reina y me debes obediencia - el cuerpo de la soberana parece crecer por encima de todos los presentes. Noto la admiración de Bernardo y la la indignación de la madre del duque.

- Soy vieja, querida ¡ya no debo obediencia a nadie! -las carcajadas de Antonia indignan mucho más a la reina. Presagio un enfrentamiento pero mi mente evoca el recuerdo de la luna delgada tatuada en el hombro de Clara. Amenaza, la luna significa amenaza. Jesús a mi lado permanece quieto y expectante.

- Víctor, si no te encargas de tu madre daré orden a mi ejército para que derribe este castillo contigo dentro. De hecho si no salgo de aquí antes de media hora, lo harán de igual manera -el tiempo se paraliza, creo escuchar un prolongado suspiro por parte del duque pero mi cabeza está invadida por esa luna delgada, esa luna que significa amenaza. Estoy seguro que nuestro Señor misericordioso pondrá orden en este caos - ¿Por qué me has traicionado? -el tono de la reina cambia, el duque retira a su madre e Isabel se queda sola defendiéndose de la terrible mirada regia - Creía que podía confiar en ti ¿por qué? -el rostro de Isabel es impenetrable, no la he visto inmutarse. Observa, como lo haría una animal invadida de un silencio que me parece terrorífico. En sus ojos campa el mismo vacío que me ha congelado el alma.

- Para mi gusto, ella debería haber sido la reina. Pero tu padre era un ser voluble....

- ¡Madre! -el grito del duque toma por sorpresa a su madre, que calla sorprendida. Trato de asimilar la información que acabo de recibir.

- ¿Sabes Víctor? Debería haber acabado con tu madre hace mucho tiempo. Yo era la hija mayor del rey y por tanto yo debía reinar -la cara de la reina se torna pálida - Espero que mi madre haya purgado sus pecados, yo no puedo ser condenada por ellos. Y por tanto ¡yo debía reinar!.

-Cuando nació Isabel, fruto de la unión de tu padre con su segunda esposa, un rumor se extendió por todo el reino, un rumor más poderoso que el aire que respiras...¡tu padre deseaba que ella reinara! Sus cualidades eran superiores a las tuyas, en todo -el duque trata de refrenar la lengua de su madre, pero es tarde. Mis oídos no dan crédito a lo que acabo de escuchar. ¡Isabel es la hermana de la reina! Trato de recordar.... ¡todos creíamos que murió ahogada en un río! Durante años se rezaba por su alma cada año, el quinto día del mes de mayo...

- ¡Basta! -la reina lanza una mirada de odio al duque y su madre pero se dirige a Isabel - te salvé la vida ¡me lo debes! ¡Dime dónde está la mujer!

- Ya no te debo nada -la voz de Isabel suena tan vacía como su mirada.

- ¡Me lo prometiste! -la reina coge con ansiedad el brazo de su hermana, pero Isabel se sacude la mano.

- Ya no te debo nada.

- Pero.... -la reina no da crédito a lo que está escuchando, la sala está paralizada, pero de fondo se puede escuchar la risa de Antonia, la madre del duque.

- No sigas, no lo intentes. ¿No ves que te ha traicionado? Maté a su perra en el bosque porque sus aullidos podían delatarnos y desde entonces ha perdido el poco juicio que le quedaba -Bernardo se dirige hacia su reina y ella lo mira durante unos instantes sondeando lo más profundo de sus sentimientos.

-¿Qué hiciste qué? -un sonoro bofetón resuena en toda la sala, la reina descarga toda su fuerza en la mejilla de Bernardo -¡imbécil!

-Era lo mejor para llegar sanos y salvos al castillo ¡es lo que me pediste! -las súplicas de Bernardo son en vano.

- ¿Y me castigas por su culpa? -la reina vuelve a dirigirse a Isabel -Este debe ser mi sino, cargar con las culpas de los demás. ¡Dime que quieres! Y te lo daré sin dudar.

- Lo quiero a él -la mano de Isabel señala a Bernardo, que pese al bofetón la mira con soberbia.

- ¡Ni lo sueñes bruja! -trata de acercarse a ella, pero la propia reina se lo impide.

- Hecho. Es tuyo. Fuera de este castillo me dirás que has hecho con la muchacha -la reina no vacila en contestar.

- Pero ....- la voz de Bernardo parece más un lamento.

-¡No quiero escuchar ni una sola palabra! Yo soy la reina -la voz suena impetuosa y el gemido de Bernardo reemplaza la risa histérica de Antonia, que parece perdida en sus cavilaciones.

- Vamos, salgamos de aquí cuanto antes -la reina señala la puerta a Isabel y luego me mira a mí.

- Un momento, querida -la madre del duque se acerca - Verás, suponiendo que te dejemos llevarte al monje que ha sido apresado en nuestras tierras....a quién no te llevarás es a él -la mano huesuda de la mujer señala a Jesús, el Trenzador - es siervo de nuestras tierras y por tanto nos pertenece.

- ¿Y qué tiene eso que ver conmigo? -la reina mira a la mujer con curiosidad.

- Él es el hombre capaz de descifrar el secreto, querida. ¡Caprichos del azar! Conseguí apresar al visionario que murió sin soltar prenda... en cambio he retenido durante años a este infeliz sin saber muy bien por qué.... y resulta que ¡es él! -la madre del duque emite un alarido en señal de victoria. La reina se apoya en el brazo de su hermana. -Tendremos que negociar, pero mientras resolvías tus diferencias he pensado una alternativa.

-Di -es Isabel quién contesta.

-¡Resolvamos en combate singular! Mi hijo propondrá un caballero para batirse en duelo y tú, por tu parte, propondrás otro. En la explanada que hay frente al castillo ¡qué sea el azar justo juez de nuestra disputa! quién venza se llevará las claves de todo este galimatías -la mujer parece seria.

-¿Me queda otra alternativa? -la reina parece abatida. La mujer niega con la cabeza.

- Vamos, nombra caballero para combatir por el secreto -la mujer muestra sus encías desdentadas a la reina -es lo menos que podemos hacer siendo tú nuestra invitada...

-Yo combatiré. Terminemos de una vez con esto -Isabel vuelve a contestar, su hermana asiente.

-Buena elección -la madre del duque se ríe - permitidme que os presente a quién será vuestro contrincante... ¡Gonzalo! -nuestro compañero de viaje ha permanecido mudo durante todo este tiempo. La voz nos causa una tremenda impresión, pero como buen soldado, da un paso al frente -¿lo conocías? -las pupilas dilatadas de Isabel están invadidas por el horror -luchará por el secreto y por su propia vida....

jueves, 26 de agosto de 2010

IUS XIII

-Largo es el camino que conduce al infierno -la voz de Jesús ha cambiado, me recibe desde el patio. Tengo urgencia en verlo, pero más urgente me resulta tomar aire. La entrevista con la madre del duque me ha sofocado más que la estancia en lo calabozos. Tomo aire. Junto a Jesús están Bernardo y Gonzalo. Algo en el rostro de Bernardo llama mi atención.
-Lleva así un buen rato, no puedo sacarle ni una palabra -Gonzalo viene a mi encuentro y me toma del brazo- Nos cruzamos con un reo camino del calabozo, cuando a nosotros nos soltaban y desde entonces está en este estado. Ni habla ni entiende -Trato de aproximarme a Bernardo, pero la voz de Jesús me retiene.
-¿Pablo? -vuelve la cara hacia mí. Alguien se ha encargado de limpiarlo. Ahora presenta un aspecto humano. No logro acostumbrarme a verle con los ojos cegados.
-Si, Jesús, estoy aquí -me acerco a él y me toma el brazo.
-Desde que uno de los guardias ordenó cegarme.... mi olfato se ha agudizado, aunque debo confesarte que tras años de cautiverio este olor a ira me desconcierta -esboza una sonrisa -lástima que no pueda verlo... ¿Dónde has estado muchacho?
-Me mandó llamar la madre del duque.
-La bruja -noto como todo el cuerpo de Jesús tiembla.
-Para hablar de los símbolos inscritos en el hombro de la muchacha. Ellos creen que se trata de un mensaje oculta, una ley no...
-...escrita, Ius non scriptum -la voz de Jesús me sorprende- compartí un tiempo de mi cautiverio con una anciano, un visionario. Lo encerró la bruja porque se negaba a darle más detalles sobre la profecía... no es que el hombre no quisiera hacerlo, Pablo, lo torturaron de todas la maneras imaginables.... es que... simplemente ¡no podía! Sus visiones iban y venían y sinceramente muchacho, hasta que has aparecido yo siempre pensé que eran chifladuras.
-¡Qué extraño es todo esto! -Gonzalo nos sigue y asiente, Bernardo sigue ausente en una rincón del patio.
-Dime Pablo, ¿cuál es el símbolo que recuerdas? -Jesús gira la vista hacia mi, como si en realidad pudiese verme.
- Una luna, una luna delgada. -El recuerdo del hombro plagado de símbolos negros vuelve a provocarme un escalofrío. Los ojos del Clara me acompañan a la noche en que la vi por primera vez.
- La luna, significa amenaza, una amenaza -miro instintivamente hacia arriba y me parece que un par de ojos se ocultan raudos, para evitar nuestra mirada indiscreta.
- Jesús, la madre del duque tiene la intención de que ambos traduzcamos los símbolos. Yo seré tus ojos -Jesús se para en seco.
-No pienso hacerlo, pueden matarme en este mismo instante, pero no lo haré -aprieto el brazo de Jesús y trato de separarme unos pasos de Gonzalo.
-Vamos, Jesús, ¿qué puede contener un mensaje escrito en el hombro de la mujer?-Jesús se niega a avanzar y ahora formamos en grupo, con Gonzalo en medio.
-No tengo la intención de averiguarlo. No haré nada para satisfacer a esa mujer. Me ha encerrado en esa mazmorra, me ha torturado y ahora descubre la razón. ¡Y no sabes cuanto voy a disfrutar dejándola con la duda!-Jesús se ríe.
-¡Te matará!- trato de que entre en razón.
-Lo hará de todas formas y te aseguro que eso no es lo peor que me ha pasado -vuelve a reírse.
-Y también a ellos -señalo a Gonzalo y Bernardo.
-¡Por eso el duque no ha ordenado mi ejecución! -Gonzalo me mira. -Soy un desertor de su ejército, me hubiese ajusticiado de inmediato...
-Pues ese momento no ha hecho más que demorarse, joven. No pienso ayudar a esa mujer y creedme, es lo mejor -Jesús baja la cabeza pero Bernardo, que ha vuelto en sí, se acerca rápido.
- Lo harás, les dirás todo lo que quieran saber ¿vas a dejarnos morir? -Bernardo se abalanza sobre Jesús.
-¡Basta! -impido que los largos brazos de Bernardo alcancen a Jesús -¿qué pasa Bernardo?
-No gran cosa, monje -su ira contenida me sorprende -¿quién era el joven que os acompañó hasta el castillo de la reina?
-¿Jacobo? Pues, no lo sé, lo encontramos y se ofreció a guiarnos... pero ¿qué tiene que ver eso, Bernardo? -lo miro, está nervioso, Gonzalo trata de mediar, pero puedo notar el aliento de Bernardo.
-Ya. Pues lo llevaban a las mazmorras del palacio ¡fue a él a quién nos cruzamos!-la sorpresa se pinta en mi rostro.
-Pero ¿qué hace aquí? Estaba retenido junto a Anselmo y la chica.... yo ¡no entiendo nada! -miro a Gonzalo y Bernardo.
-Yo tampoco -Bernardo no se tranquiliza pero su ataque de ira parece aplacarse.
-¿Se puede saber que está pasando?-La voz de Jesús se ve interrumpida por el sonido de los pasos de varios soldados que llaman nuestra atención.
-El duque quiere veros -nos obligan a subir por unas angosta escaleras, las mismas que he recorrido para llegar al patio y nos conducen a lo que debe ser un salón de audiencias. Junto al duque está su madre, con una mano puesto sobre el hombro de su hijo. Parecen tranquilos, incluso podría asegurar que contentos....
-Pasad -el duque se levanta de su trono, desasiéndose de la mano de su madre -Creo que por fin ha llegado el día ¡hoy resolveremos este acertijo que nos corroe!
-Años de espera, años de búsqueda. He vagado ciega, entre brumas. Pero ahora todas las piezas de este rompecabezas están ante mí -la madre del duque solloza de alegría. Monje ¡tú serás sus ojos! y juntos desvaneceréis este velo que nos separa del conocimiento.
-Señora, no tenemos a la chica, ya os lo dije antes -mi voz suena opaca.
-¡Oh! Olvidé mencionarlo, la chica ha venido a mí -miro estupefacto a la mujer y al duque, que parece respirar como si le hubiesen liberado de un tremendo peso. Mis ojos buscan, mis oídos permanecen abiertos como si quisiera extraer la respuesta de los muros del palacio. Durante unos instantes que me parecen eternos solo escucho la respiración entrecortada de Gonzalo. Y de pronto, de una de las esquinas de la habitación surge una sombra negra, una figura delgada cubierta por una inmensa capa. Antes de que comience a hablar, el gemido de Bernardo confirma mis sospechas.
-No olvidéis vuestra promesa -un mechón rojo se escapa por debajo de la capucha y la mujer opta por quitársela totalmente. Isabel, la mujer del pelo rojo permanece de pie, en mitad de la sala de audiencias.
-Claro que no, pequeña, pides muy poco por tan valioso tesoro -la madre del duque la mira con el deseo prendido en sus pupilas. No puede ocultar que sentirse tan cerca de la respuesta que lleva buscando años la convierte en un ser voluble -Puedes quedarte con los dos si ese es tu deseo -presurosa se acerca y toma del brazo a Bernardo y a Gonzalo.
-No, solo me interesa él -Isabel roza el rostro de Bernardo, como lo haría un animal a punto de embestir, pero se frena y retira. Bernardo cae de rodillas, como fulminado. Siento una inmensa compasión por él pues desde aquí percibo la necesidad de venganza de Isabel- No volveré a entrar en el castillo, traeré a la chica hasta la puerta y es aquí dónde debéis entregármelo -vuele a cubrirse la cabeza con la capucha y cruza la sala.
-¡No lo hagas! -la agarro del brazo con fuerza cuando pasa a mi lado y ella se vuelve a mirarme. Lo que observo en sus ojos me deja petrificado: vacío. No tiene dificultad en seguir su camino, pero justo en la puerta una voz la detiene, una voz aguda, histriónica, una voz inolvidable...
-Yo soy la reina.

miércoles, 25 de agosto de 2010

IUS XII

- Soy un cantamañanas, un vividor, remiendo el mal de amores y a veces, cuando estoy inspirado compongo hermosos versos -la larga trenza de Jacobo cae sobre su hombro izquierdo. Él juega con ella mientras se mira en una de las ventanas del palacio del duque. Un ruido tras él le alerta y se vuelve raudo.
- ¡Jacobo! ¿Has escapado del palacio de la reina? ¡Inaudito! -la mujer del pelo canoso, la madre del gran duque Víctor se acerca hasta que Jacobo puede notar su respiración en la nuca.
- Os dije que no os decepcionaría, señora -Jacobo se vuelve, tranquilo -¿Recibisteis mi mensaje?
-Si, si, ¡apresé al monje y al hombre que venía con él.....
-Es el consejero de la reina, Bernardo -Jacobo mira a la mujer con una sonrisa burlona -supongo que eso os traerá problemas -la mujer no contesta -No tuve tiempo de escribir un mensaje más extenso...
-Ahora tendré que explicárselo a mi hijo. Las explicaciones no son buenas, Jacobo, no lo son. Nos colocan en una posición débil -la mujer mira al joven que sigue jugando con su pequeña trenza dorada.
- Eso no es cosa mía, señora. Yo solo soy un vividor y ahora espero mi recompensa. -Jacobo tiende su mano. Su vestimenta está inmaculada, nadie podría decir que ha cabalgado la distancia que separa ambos castillos.
- Lo sé, lo sé. Pero aún no te irás de mi lado. Presiento que puedes ser útil -la mujer se aproxima a Jacobo y extiende sus manos blancas y huesudas. Jacobo trata de dar un paso atrás, pero la mujer posa sus manos con fuerza sobre los hombros del muchacho, como lo haría una bestia con su presa. Ahora es ella quién ríe.
-No, ¡estáis confundida! Yo no puedo serviros de nada ¿que más podría hacer este pobre catamañanas por vos, señora? -el lenguaje de Jacobo hace que la mujer lance una sonora carcajada.
-Es algo que descubriremos juntos, muchacho -la mujer empuja a Jacobo hacia la puerta- te trataré espléndidamente...
-Señora, temo que debo insistir, yo no puedo serviros de ayuda...
-No es eso lo que me ha dicho el hígado del cerdo que acabo de sacrificar -la locura vuelve a poseer la mirada de la mujer; sus arrugas parecen más profundas -las vísceras me susurraron este secreto y ¡siempre les hago caso! -la mujer abre la puerta y empuja fuera a Jacobollevadlo a las mazmorras y traedme al monje! -el grito de Jacobo se pierde en los pasillos del palacio, la mujer se ríe.
Mis pasos resuenan en el suelo blanco del palacio del duque. Casi echo de menos el olor nauseabundo de las mazmorras, el abrazo de Jesús, el trenzador, la presencia incómoda de Bernardo y el miedo de Gonzalo. Los dos soldados que me apresan y me guían abren ante mí una puerta. Entro y ellos se desvanecen tras de mí, entre las sombras del palacio.
-Pasa, monje -la voz de la mujer canosa me vuelve a sorprender. Bernardo me ha dicho que es la madre del duque y que en realidad su hijo no es más que un títere en sus manos. De Jesús se la opinión: es su verdadera torturadora. La causante de su encierro que debe durar años. La observo unos instantes. Se parece a su hijo. Su figura es colosal y en algún momento de su vida debió ser hermosa. Ahora su expresión ausente denota que la locura ha consumido todo atisbo de belleza y bondad- Quiero ahorrarte una conversación demasiado larga.... supongo que la mujer cubierta de símbolos está en poder de la reina -asiento. El silencio invade la estancia y reuno el valor suficiente para hablar.
-Señora ¿dónde está Jesús, el Trenzador? -mi voz parece traerla de una realidad que no es la mía.
-Si..sí, tu amigo,el trenzador ¡poble diablo! Lleva encerrado en esas mazmorras siete años... -no parece percibir mi grito - pero ¡no sabía que hacer con él! -se ríe -debía conservarlo con vida y decidí meterlo allí abajo y luego... con el paso del tiempo.... ¡se me olvidó! -la mujer mira por la ventana poseída por un verdadero ataque de risa. Dios, Dios todopoderoso, he ante mí a una verdadera bruja a una mujer poseída por el espíritu del maligno - Cuando he bajado esta mañana con mi hijo y he escuchado la conversación que manteníais... entonces me he acordado de él -la mujer se acerca a mí y me huele -¿qué es eso, compasión? -me pega una bofetada.
-Si, señora, siento compasión por ti. Pero Dios es misericordioso y si te arrepientes abrirá para ti las puertas del cielo...
-¡Por mí pueden quedarse cerradas! -noto sus labios pegados en mi oreja y un cosquilleo me recorre todo el cuerpo -dios no existe, pequeño e insignificante fraile.
-¡Oh! -mi suspiro no consigue frenar su ataque de locura.
-En su nombre se han cometido asesinatos, violaciones, perversiones que mi propia mente es incapaz de imaginar... y puedo asegurarte que eso es difícil. En su nombre se han arrasado tierras enteras, familias enteras, vidas, ¡vidas, fraile! ¿Crees que me preocupa que me perdonen mi pequeño olvido? No, no... si yo fuese dios estaría preocupado porque me perdonasen mis faltas, pues son infinitas.....-mi cuerpo se arquea, caigo de rodillas -¿vas a rezar? Pues reza, reza fraile. Reza para que perdonen todas las atrocidades cometidas en nombre de dios. ¡Vamos, levanta hombre de dios!
-Qui...quiero, yo...-no sé que decir.Las palabras de la mujer han caído sobre mí con el peso que solo poseen las verdades. Llevo años copiando libros, traduciendo manuscritos, ayudando a conservar las ideas robadas a las civilizaciones que sepultamos en el nombre de Dios. Pero a veces ciertos sacrificios son necesarios. Miro a la mujer, que se ríe.
-Vamos, es necesario que hablemos sobre el asunto de la ley que custodia el hombro de esa mujer -trata de posar su mano en mi hombro, pero me deslizo rápido y no le doy opción.
-¡No me toques! -la miro con miedo .
-Eso, hermano, haz lo mejor que sabéis hacer. Huir de lo que desconocéis y aniquilarlo -me parece observar un suspiro de tristeza, pero debe ser una impresión. Los ojos de la mujer se encienden en ira- ¡Serás los ojos del Trenzador! Eres el más apropiado para describirle los símbolos en el cuerpo de la muchacha.
- ¿Por qué habría de ayudarte? -escupo las palabras con cierta satisfacción.
- Pues porque si no lo haces mataré a todos tus amigos -la mujer ríe -¿a qué no esperabas menos de mí? -su risa me provoca repugnancia, pero ella tiene a Jesús, a Gonzalo y a Bernardo. No puedo permitir que mueran y al fin y al cabo el mensaje oculto en el hombro de Clara no puede contener más que palabras. Tengo ganas de terminar rápido.
-¿Y la muchacha? -mi voz parece coger por sorpresa a la madre del duque.
-No... no había pensado en ella -se dirige a la ventana, abatida -supongo que tendré que negociar con la reina....
A veces creo escuchar el eco de las pisadas de la loba tras mi caballo. La rescaté siendo un cachorro y desde entonces se dedicó a seguirme, como si fuese un perro. No puedo recordar las veces que salvó mi vida, las veces que lamió mis heridas y las veces que me previno de todos los peligros conocidos. Venganza, ¡venganza! mi sangre clama venganza. Enterré el cuerpo aún caliente de mi amiga y cuando apenas acababa de sepultarla esta idea que me ha poseído por completo, comenzó a tomar forma....

martes, 24 de agosto de 2010

IUS XI

- "Cortos los caminos que conducen al infierno" -una voz ebria me despierta. Me duele la cabeza, la toco y compruebo que está llena de sangre ya seca. A mi alrededor apenas hay luz, pero mis ojos están acostumbrados a trabajar en espacios que carecen de ella. Eso no me pone nervioso, pero el hedor que me rodea me da nauseas.
- ¡Por fin! -la voz de Bernardo hace que me reconforte, pero al recordarlo con el arco recién disparado, mis rodillas tiemblas -pensé que estabas muerto -justo a mi lado Gonzalo está despierto, acurrucado en una esquina, con la cabeza entre sus manos.
- ¿Dónde....-mis ojos miran alrededor buscando la cabellera rojiza de la mujer que ahora sé que se llama Isabel.
- ¿Dónde está Isabel? -Bernardo ríe - Huyó con la misma rapidez que lo hubiese hecho su perra -no se atreve a mirarme, pero se ríe de una forma extraña y sórdida.- Me matará en cuanto me encuentre, así que casi prefiero estar aquí.
- ¿Por qué mataste al animal? Si no lo hubiese hecho probablemente no estaríamos aquí -mi voz retumba dentro de mi cabeza.
- Pensé que sería justo al contrario. Cualquier que hubiese estado siguiéndonos lo habría tenido muy fácil ¿no crees? -no puedo negar esa evidencia, pero mi cabeza formula una pregunta que tardo rato en escuchar.
-¿Cómo sabías que nos seguían? Dormías cuando ella me lo dijo -lo miro fijamente, vuelve a reír.
-¿Dormir con Isabel a mi lado? Imposible. Es probable que respete la vida de la reina, pero no la mía... en cierta manera me culpa -lo miro expectante, Bernardo se calla. Gonzalo parece estar aturdido y ajeno a nuestra conversación, pero sospecho que el silencio de Bernardo se debe a su presencia.
- ¿Estás bien? -me acerco a Gonzalo, la herida de su brazo parece estar mucho mejor, puede moverlo. Dios me perdone, pero las hierbas que Isabel ha aplicado en su brazo han funcionado.
-No -Gonzalo me mira -el duque me matará apenas me vea. Yo estaba a su servicio y ahora.... ¡maldito el día en que se nos ocurrió aceptar vuestra oferta! -mira a Bernardo con ira.
-"Corto es el camino que conduce al infierno" -otra vez esa voz ebria. Me pongo en pie y busco, la oscuridad ya no tiene secretos para mí... estamos en las mazmorras de un palacio, de eso estoy seguro, y justo al fondo se insinúa tímida la figura de un hombre. La voz proviene de él y yo me acerco - "Cortas las veredas para perderse dentro de el" -el hombre sigue tratando de entonar una canción.... el olor se hace cada vez más repugnante y la suciedad que cubre a ese ser me hace temer que no sea humano - "Corto es el destino y la vida del que sirve" -al presentirme, su voz cesa - ¿Me traes vino? -trata de alzar la vista, pero apenas puede sostener la cabeza sobre sus hombros.
-No, soy el hermano Pablo. Me han traído a estas mazmorras, aún ignoro la razón.... ¿dónde estamos buen hombre? -una risa ahogada me sorprende. El hombre abre una boca sin dientes y creo que voy a desmayarme a causa del mal olor que emana.
- ¿Buen hombre? No, hermano, yo no soy un buen hombre. Soy un demonio. Quizás me ahorquen mañana, o tal vez lo hagan pasado....estás en el castillo del duque Víctor y yo soy uno de sus presos -el hombre parece animarse y estar sediento de compañía y conversación.
- ¡El duque Víctor! -Bernardo se sorprende y trata de acercarse, pero yo le detengo.
-¿Cuántos sois? - el hombre parece más arisco al darse cuenta de que no estoy solo.
-Somos tres -trato de acercarme más, pero mis escrúpulos me lo impiden -yo soy el hermano Pablo y vengo en compañía de Bernardo, un hombre de la reina y de Gonzalo, un caballero sin señor -sonrío al pensar en mi presentación. El hombre duda, pero su sed de compañía es muy intensa.
- Un hombre de la reina ¡ojalá lo ahorquen antes que a mí! -el hombre vuelve a reírse, creo que voy a vomitar... pero le pido a Dios que me de fuerzas-
-¿Cuánto tiempo llevas aquí? -mi voz tiembla.
-Hace tiempo que perdí la cuenta. Cuándo aún la llevaba conté dos años desde mi encierro -el hombre suspira - ¡si dios existiese, hermano, me habrían matado el primer día!
-Es extraño que no lo hayan hecho -la voz de Bernardo suena a mis espaldas -el duque Víctor es conocido por no conservar a sus prisioneros demasiado tiempo...
- Pues a mí debe tenerme un cariño especial -el hombre se ríe con ganas - o al menos me lo tiene su madre...
- ¿Quieres decir la madre del duque? -mi voz trata de ser amistosa.
- Si, esa bruja. Es la que ha decidido perpetuar mi cautiverio hasta la eternidad..."largo es el camino que conduce al infierno" ¡ja! -el hombre parece sollozar.
-Si la llamaste bruja no me extraña que no te dejen salir -Bernardo se acerca cada vez más.
-No, no hablo con ella. -el hombre parece recobrar la cordura - Pero todo el mundo sabe que es una bruja. Consulta el destino en las vísceras de los animales, conoce todos los sortilegios del viejo mundo y dicen que solo se alimenta de la sangre de los adversarios de su hijo -el hombre ríe -aunque por supuesto, yo no creo nada de eso...
- No, claro que no -la sola idea de imaginar que exista un ser así, me horroriza, miro a Bernardo pero él está tranquilo.
- Creo que está loca. Un día se plantó en la puerta de esta mazmorra y le dijo al duque que no me ejecutara, que un día le daría buen servicio... pero que no sabía cuál ni porqué -el hombre vuelve a sollozar. Su voz comienza a resultarme familiar. Debe ser que llevo un rato escuchándolo.
-¿Pero... cuál fue tu delito? -Gonzalo también se ha acercado.
- Entré en este palacio con la firme intención de matar al duque, señor -el hombre trata de mirarnos, pero no puede. Su voz se ha vuelto más firme y pausada. Mi mente se invade del sonido de esa voz, esa voz que me distrae, que me recuerda....-fue una mañana, ¡pedí audiencia con él y... me la concedieron! -puede que sea algún viejo conocido del monasterio. Por allí han pasado soldados, barberos, labradores, comerciantes....-yo pertenezco a una aldea perdida en la zona sur del país -pescadores, maleantes, enfermos, ladrones...- yo vivía en aquella aldea, que pertenece a este ducado, pues como bien sabéis somos esclavos de las tierras que labramos -el hombre se ríe, su voz pertenece a alguien sepultado en lo más profundo de mi memoria - tenía un par de hijos y una mujer.Pero un buen día me llamaron para servir en el ejército del duque "debes acudir a su llamada, o morirás" ¿Soldado yo? -la risa del hombre me devuelve a las mañanas de cuando yo era niño - Si, me hicieron soldado, soldado para librar una batalla en nombre de dios ¡maldito dios, yo lo maldigo! -su risa me atormenta, pero no puedo articular palabra, recuerdo aquella casa - y yo regresé de la cruzada para imponer un dios en el que no creo pero ¿quién me devuelve a mis hijos? -la voz de Jesús el Trenzador se me clava en el alma, al igual que lo hizo el último aullido de la loba.
- ¿Jesús? - apenas me sale la voz del cuerpo.
- ¿Cómo sabes mi nombre? -mi llamada ha detenido los sollozos de Jesús, el trenzador de mi aldea. Labraba la tierra y trenzaba los juncos de la ribera de nuestro río, con tal maestría que era conocido por ese nombre en toda la comarca.
-Soy yo... soy Pablo, el sobrino de....-no me he dado cuenta, pero estoy de rodillas frente a Jesús y él ha conseguido erguir su cuello y mirarme a los ojos. Es cuando me doy cuenta de que lo han cegado y que no puede ver.
-¡Pablo! El niño al que le gustaba escuchar mis historias de la guerra, del oriente, como tú las llamabas -un esbozo de sonrisa surca el rostro de Jesús.
-¡Si! -mis lágrimas me impiden hablar con claridad.
- ¿Y se puede saber cómo te has metido a monje? ¿es que no te he enseñado nada? -Jesús ríe.
-Jesús ¡íbamos en tu busca! -me siento a su lado y cojo sus manos -hace unos días una mujer apareció en el monasterio con unos símbolos tatuados en su hombro. Pude reconocer uno, uno en forma de luna y me acordé de que tú sabías interpretarlos...
-¡Imbécil! -una voz de mujer nos interrumpe. - Te dije que no debías hacerle daño, pero tú lo cegaste. ¡Maldito idiota! -mis ojos atraviesan los barrotes de la mazmorra y observo a una mujer canosa acompañada de un hombre fornido y alto -¡Este es el hombre que podía interpretar los símbolos! -su dedo señala a Jesús el Trenzador, pero él no puede ver nada....

lunes, 23 de agosto de 2010

IUS X

-Es un tiempo raro, un tiempo de cambios. Lo presiento. Y es por eso que necesito apoderarme del mensaje y de quién sea capaz de descifrarlo. -Una mujer canosa se apoya en el alféizar de la ventana de un hermoso palacio. La edificación es antigua y la erosión de la lluvia ha trazado en su fachada surcos similares a las lágrimas. En toda la tierra se le conoce por esta característica y por la dureza del duque Víctor, su dueño. - Ese monje debe ser su portador o al menos puede darme alguna pista...
- ¿Estás segura? -la voz poderosa y grave del duque lo invade todo. Es un hombre alto, fornido, con el pelo levemente ondulado y un mentón fuerte que denota determinación y voluntad.
- El mensaje fue claro "el monje tiene la clave". Mi confidente no pudo escribir mucho más en la nota que trajo la paloma mensajera... pero en cuanto me dijiste que un monje acompañado por un hombre recorría nuestras tierras ¡supe lo que debía hacer! -la mujer se vuelve, su cara está surcada por las arrugas, pero sus ojos grises denotan un leve atisbo de locura.
- Los cinco hombres que mandaste a por tu monje están muertos. Y ahora espero que los que hemos mandado a vigilarlos, regresen con vida- el hombre mira a la mujer y apura su copa repleta de vino- no entiendo por qué te hago caso.
- ¡Aprésalos! -la mujer se acerca al hombre y pone sus manos sobre sus hombros. El hombre se estremece - Eres Víctor, duque de estas tierras.
- ¡Imposible! Son hombres de la reina -el hombre se retira con suavidad de las manos que lo apresan.
- Esto tú no lo sabes -la mujer se enfrenta a él.
- Si, claro que lo sé, me lo has dicho tú -Víctor, el duque, se dirige a la ventana.
- Pero no tendríamos porqué saberlo. ¡Aprésalos! Me haré con el monje de una manera fácil y limpia -la mujer se ríe, le faltan varios dientes. Ahora la locura ha invadido por completo su cara.
- No. No quiero problemas. Son tiempos difíciles. Mis siervos huyen de las tierras, corren libres a refugiarse en esos nuevos lugares que llaman burgos. Reclaman cartas de libertad y olvidan las tierras a las que estaban sometidos. Cada día huyen cientos y no creo que tardemos en observar las tierras desiertas... no voy a enfrentarme a la reina, ¡no lo haré! -el duque se ha levantado y ha dejado su copa sobre una mesa, con mucha violencia -además ¡no entiendo porqué sigo escuchándote!
- ¿Y si ese monje tuviese la clave para frenar lo que está ocurriendo? -la mujer se expresa casi en susurros y sus inmensos ojos consiguen tranquilizar al duque - La profecía habla de una ley no escrita "ius non scriptum", capaz de desintegrar el mundo tal y como lo conocemos...
-Ya está desintegrado, no quiero que el proceso se acelere. Además, estoy harto de tus chifladuras. ¡Profecías! Si realmente existiese la justicia, la reina y tú deberíais ser quemadas en la hoguera que purifica el alma de esas impías. -el duque emite una risa amarga.
- Víctor, no seas necio. Si el mensaje tiene la clave para desintegrarlo, también la tiene para reintegrarlo... para volverlo a su estado original. Y quiero poseer la información antes que la reina, eso nos dará una inmensa ventaja sobre ella -la mujer se ríe como una niña.
- ¡Ya! - el duque mira a la mujer que toma asiento en la mesa y bebe un sorbo de la copa de vino.
- Información, querido Víctor, información....-la mujer sigue bebiendo - ese es el verdadero poder. Quién no conoce vaga ciego en tierras llenas de bruma... pero quién conoce Víctor, quién posee información pasea por tierras soleadas y no titubea al recorrer el sendero....
- Si, ya, ya ¡muy bonito! -la mujer se acerca al duque y le susurra en el oído.
- ¡Aprésalos! -el duque titubea, arranca la copa de vino de las manos de la mujer.
- ¡No sé porqué te hago caso! - la risa de la mujer confirma sus victoria. El duque se deja caer abatido en su silla.
- Porque soy tu madre, Víctor.
El aullido de la loba lo inunda todo. Rompe el tiempo y el espacio. Hiere los oídos y los sumerge en miedo. El aullido de la loba me ha petrificado. Mi ira se ha convertido en vértigo y no soy capaz de mantenerme en pie.
- ¡Haz que se calle tu perra! - de pie, Bernardo acusa con el dedo a la mujer de pelo rojo. Pero ella no está escuchando, se acerca a la loba y parece olfatear a su alrededor.
-¿Qué estás viendo? - un segundo aullido más intenso me confirma que el animal está viendo algo que nosotros somos incapaces de detectar. La mujer habla con ella, pero el animal está poseído por su instinto, ese que le dice que está a punto de suceder algo...un gemido hace que me vuelva hacia dónde está Gonzalo. Parece desorientado, me dirijo hacia él, para prestarle ayuda.
- ¡Haz que se calle! -Bernardo ruge furioso. El consejero de la reina está más pálido de lo normal y gotas de sudor le cubren la cara. La mujer se mantiene a un paso de la loba, mira nerviosa a su alrededor, tensa su cuerpo, se invade del terror del que no puede ver... del que desconoce el peligro que le acecha...
- Nos estaban vigilando, eran tres, de eso estoy segura. Pero ella no estaba nerviosa -dirige su mirada oscura hacia mí.
- Quizás han decidido atacarnos....- es lo único que se me ocurre decir. Un tercer aullido lo invade todo, incluso mis pensamientos. Cierro los ojos pero por encima de ese sonido ensordecedor cargado de miedo, oigo la voz de la mujer.
- Ella no aulla así porque vayan a atacarnos, presiente un peligro aún mayor....- su voz se interrumpe a la vez que el aullido de la loba que queda suspendido en ese instante... para siempre. El animal cae al suelo, abatido por una flecha que le atraviesa el cuello. El silencio es aún más terrorífico que el aullido del animal que ahora yace muerto. La mujer cae de rodillas y emite un grito que me rompe el corazón. Jamás he escuchado un sonido tan triste. No tengo apenas tiempo de levantarme para dirigirme a ella. De un salto recorre los pasos que la separan de Bernardo y cuando miro hacia él compruebo con horror que sostiene en sus manos un arco.
- ¡Voy a matarte! -la mujer se abalanza sobre Bernardo.
- Inténtalo, Isabel - Bernardo la llama por un nombre. Un nombre que debe ser el suyo. Ella titubea un instante, pero luego se recobra.... no puedo observar nada más, alguien me golpea la cabeza. Negro.

viernes, 20 de agosto de 2010

IUS IX


- Muy propio de ti -la mujer de pelo rojo, la que nos ha salvado la vida, se dirige a Bernardo con un rencor frío, pero inmenso -meterte por el bosque cuando has podido hacer el camino a cielo abierto...

- ¡Cállate! -Bernardo pierde los nervios, jamás le he visto en este estado. Mientras, me encargo de vendar la herida que Gonzalo tiene en su brazo izquierdo. No estoy seguro de si perderá el brazo, pues la herida es terrible.
- No tengo interés en hablar contigo - la mujer de pelo rojo se acerca y me hace un gesto, no necesito que me hable, me aparto y dejo que observe el estado de Gonzalo - Monje, si de ti dependiera este hombre estaría muerto antes del anochecer. Voy a buscar unas hierbas...

- ¡Hierbas! -el terror de mi propia voz me sorprende y ella deja escapar una carcajada que me resulta vagamente familiar. La mujer de pelo rojo es hermosa, pero está cubierta de señales y cicatrices que le dan un aire demasiado siniestro.

-Hierbas monje, hierbas. Curarán a este hombre; y no, no me importa lo que digas o hagas, bruja no es lo peor que me han llamado -se aleja y miro interrogante a Bernardo, Gonzalo yace en el suelo, seminconsciente.

- Es... una vieja conocida. Una gran guía aunque está loca -Bernardo también se aleja unos metros y me quedo solo.
Creo que me quedo dormido, pues cuando abro los ojos el sol ya se ha puesto. Gonzalo está perfectamente acostado y su brazo está vendado con una maestría que jamás he visto antes. Su respiración parece rítmica y pausada. Bernardo descansa contra el tronco de un árbol, es difícil saber si está despierto o dormido y mis ojos buscan instintivamente a la mujer del pelo color fuego. Tengo que ahogar un respingo al escuchar una risa sinuosa justo en mi cuello. Me vuelvo y ella me sorprende, muy divertida.

-Vamos monje, has descansado suficiente. -El fuego que hay justo delante de mi provoca un pequeño humo que me entra en los ojos, me escuecen y fruto de esta dolencia debo estar sufriendo alucinaciones pues ¡juraría que hay un lobo tumbado a escasos metros de nosotros, observándonos tranquilamente!. -Es mi amiga, mi compañera.... -la mujer ladea la cabeza y se sienta justo delante de mí - y ahora, monje, habla...

-¿Qué? ¿qué hable? -trato de echarme hacia atrás pero un leve gruñido del lobo me persuade -¡por Dios, dile a ese lobo que se quite de ahí!

-Es una loba, monje y no se irá a ningún sitio. -El rostro de la mujer es serio y sus cicatrices le confieren un aire salvaje - llevo siguiéndoos desde que salisteis de palacio. La reina me hizo este encargo. Pensé que sería un viaje aburrido ... pensé que este trabajo obedecía a un capricho de mi... de la reina. Pero lo de hoy ha despertado mi curiosidad, y eso es muy difícil....

- Yo, yo no sabía que nos estabas siguiendo ¿por qué? -miro a la mujer y comprendo que me está evaluando. No debe gustarle demasiado hablar.

-Yo pregunto, tú contestas -la loba gruñe y se levanta. Ahora está sentada, mirándome con cara de pocos amigos -

- Te diré cuanto sé -no me gustan las mujeres, fueron engendradas para la perdición de los hombres, pero he de confesar que esta me produce una mezcla de admiración y temor -Hace unos días, apareció en nuestro monasterio una mujer cubierta de extraños símbolos tatuados en el hombro derecho... -observo y comprendo que ella ya sabe esta parte de la historia - símbolos desconocidos... yo... yo... soy el escribano de mi monasterio y puedo asegurar que pertenecen a alguna clase de lengua oriental.... pero no estoy seguro....No puedo contarte mucho más de la historia yo presencié el incidente por error y por ello estoy metido en este lío -miro a la mujer a los ojos, unos profundos ojos oscuros, como la noche -mi superior me dijo que debíamos conducirla ante la reina y eso hicimos pero... una vez allí puede escuchar como la reina pretendía matarnos y conservar a la chica así que me ofrecí para viajar a las tierras del sur y encontrar a un hombre...

-...capaz de leer los símbolos -la mujer mira al suelo y luego se levanta -no me has dicho nada que no sepa. ¿Sabes algo de la profecía?

- ¡La profecía! -¡alabado sea Dios! esto escapa a mi comprensión. ¡Profecía!.

-No, no sabes nada -la mujer me mira con una mezcla de reproche y tristeza -La reina es gran amante de tradiciones orales y ritos ancestrales -la mujer observa mi cara y esboza una sonrisa- no te preocupes monje, no los practica. Los guarda y custodia. Ella asegura que un visionario predijo que en su reinado aparecería un mensaje no escrito capaz de alterar todo el mundo conocido. Y que este mensaje, esta ley.... tendría forma de mujer...

-¡Tonterías! -me levanto y me enfrento a la mujer de pelo rojo. Me arde todo el cuerpo y me siento invadido por la ira -¡No hay ley superior a la ley divina!

-Ya -la mujer se ríe.

-Dios es infinito y su ley nos alcanza a todos....

-Como su ira, monje, no te olvides de la ira divina -la mujer ríe, y la loba que permanecía sentada se acerca a ella.

-No hay nada por encima de Él -me acerco a la mujer y noto la respiración de la loba en mi mano derecha.- Todo esto son tonterías, locuras, desvaríos traídos de tierras de infieles. Esa mujer debió pasar su niñez en estas tierras y los símbolos no tienen ninguna importancia....

- Entonces hermano, podrás explicarme porqué os seguían por este bosque olvidado, porqué han estado a punto de mataros y porqué, en este mismo instante, estamos siendo vigilados...

jueves, 19 de agosto de 2010

IUS VIII

Muerta. Estoy muerta. El agua me arrastra hacia el fondo del río. No sé nadar. Hoy cumplo doce años. Muerta. Lucho deseperada contra el agua que me invade, pero ya estoy cansada. Estoy muerta.
Soy la hija de un rey sin nombre. He decidido sepultar el nombre de mi padre en el interior de este río. Morirá conmigo su recuerdo y espero que él muera también. Soy un peón en un juego ¡y yo que pensaba que en realidad estaba llamada a ser la reina!. Mi padre dejó de lado a su primera mujer para casarse con mi madre. Dicen que su hermosura y su bondad lo dejaron cautivado al instante. Pero el prometió sostener los derechos de su hija mayor pese a su nuevo matrimonio. Nadie le creyó, sobre todo su primera mujer.
Y por eso, hoy estoy muerta. Ella, la primera esposa de mi padre, ha trazado su venganza con una maestría sin límites. Hoy ha mandado que me sepulten en este río, poco le importa el rechazo de mi padre, la humillación, la verguenza, que la despojaran de su trono y privilegios pues por encima de todo quiere ver convertida en reina a su hija. Yo me he criado con ella y la quiero como a una hermana. Pero hoy, las aguas de este río también sepultarán su nombre. Lo arrastraré conmigo a las profundidades y que allí quede olvidado. Muerta. Y esa luz que me recibe en sin duda la puerta del cielo.
- ¿Cuánto tiempo lleva así? -debo estar soñando, oigo la voz de Bernado, nuestro más fiel amigo.
- ¡No lo sé! Oí a mi madre pedirle a uno de sus fieles que la condujera al río y que aquí....¡ay, Bernado! No tengo ni idea de cómo he podido sacarla del fondo, pero ¡no respira! -oigo la voz de mi hermana.
- Si, mira ¡está respirando! -Bernardo acerca su nariz a mi boca -Quizás no sea demasiado tarde.
- ¡Rápido! Llevémosla a palacio -la voz de mi hermana tiembla.
-¡No! -Bernardo es rotundo- tratará de matarla mil veces más. Desde que su madre murió ya nadie vela por ella. Y tu madre está cegada por la ira ¡lo intentará de nuevo!
-Mi padre no lo permitiría -la voz de mi hermana suena desgastada.
-¡Ya lo creo que lo hará! Necesita aliados y no es un buen momento para hacer enemigos y tu madre... ha sabido rodearse muy bien...-Bernardo coge mi mano - Cogeré uno de los caballos de palacio y la llevaré lejos ...
-¿Y luego? ¿No volveré a verla? -noto la preocupación de mi hermana, y trato de responder, pero me siento cansanda, muy cansada.
-Le has salvado la vida, ¡no tientes a la suerte! -los sollozos de mi hermana se pierden en mi memoria pero no la promesa que me hago a mi misma.
Pasan los años, pero sigo muerta. No me gustan las personas, no me fio de ellas. Me han llamado tantas cosas que no recuerdo ninguna. Vago sola, con una loba por única compañera.Una loba vieja, una perra fiel. El único ser vivo del que me fio. Me sentía llamada a ser reina y ahora me siento dueña de una libertad que jamás me ha asustado. Vago libre por cualquier lugar sea de noche o de día. Mis ojos todo lo ven y mis pies son ligeros. El sol ha curtido mi cara y he presenciado mil batallas pero no he participado en ninguna. Mi única guerra es librarme de la promesa que me ata a mi hermana. La promesa de ayudarla siempre que me necesite pues ella me dió la vida por segunda vez. Y el día que lo haga quizás sienta miedo de esta libertad que a otros asfixia o quizás vuelva a sentirme viva.
Observo a los cuatro hombres que se adentran en el bosque y presiento que ha llegado la hora de intervenir. Mi compañera se sumerge en las sombras, cuando se trata de hombres, me deja sola, aunque nunca se aleja demasiado. Estas tierras son peligrosas y van a ser atacados. Ha llegado mi hora, mi momento, debo cumplir mi promesa.
Uno de los caballeros yace en el suelo, con la cabeza destrozada por un golpe muy certero. El fraile está paralizado y Bernardo, mi viejo amigo Bernardo, se retira tratando de buscar un escondite seguro. El otro caballero alza su espada, pero es una lucha perdida desde el principio. Cinco hombre le rodean.
Tenso mi arco y realizo dos disparos; no fallo ninguno. Dos de los hombres caen, el caballero se hace cargo de un tercero y los dos que vienen a por mí no son conscientes de que van a morir. Pero yo lo sé, no me gusta intervenir en ningún enfrentamiento, pero cuando lo hago nunca pierdo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

IUS VII

Tres largas jornadas de viaje y aún no hemos alcanzado los territorios del sur. Soy Pablo, escribano de un monasterio modesto, situado en el este de un país gobernado por una reina que todos temen. Y mi mala fortuna quiso que observara por la ventana de mi escritorio un incidente que ha cambiado mi vida por completo. A veces creo que esta aire que respiro va a ahogarme por completo. Jamás había imaginado salir del monasterio y era relativamente feliz viviendo a través de los libros un mundo que permanecía oculto a mis ojos. Mi vista se agudiza, mis sentidos se llenan de miles de imágenes y sonidos que me colman y saturan. Y mi compañero de viaje me permite disfrutar de la intimidad de este encuentro con la vida.
Bernardo, el confesor de la reina, su mano derecha, me sigue sin apenas hablar conmigo. No hemos cruzado más de diez palabras y sus ojos astutos ocultan un secreto que cada vez me intriga más. En el palacio de la reina, ese palacio robusto e infranqueable, he dejado a Anselmo y Clara. La reina espera mi llegada con un hombre capaz de descifrar el código que la muchacha lleva tatuado en su hombro derecho. Pero no sé si seré capaz de encontrarlo.
Apenas tenía diez años cuando salí de mi aldea para dirigirme al convento. Julián, el trenzador, era un hombre al que todos admirábamos. Luchaba sin cesar para conseguir más privilegios para nuestra pequeña aldea, sometida al señor feudal de turno. Luchaba sin tregua para abrirnos paso hacia una libertad que ninguno conocíamos y como sucede en la mayoría de los casos, la inseguridad de perder lo que se tiene lo hacía pasar por loco. Pero David, su hijo, fue mi íntimo amigo durante todo el tiempo que viví en aquella aldea y estoy seguro de que le reconocería sin lugar a dudas. Julián, el trenzador, partió a luchar para mantener una fe en la que él mismo ni siquiera creía, pero lo hizo para mantener a salvo a su familia. Y regresó de esas guerras hablando de prodigios que acrecentaron su fama de chiflado.
No espero hallar a nadie de mi familia, mi tío consiguió que me ingresaran en el monasterio poco después de que mis padres muriesen aquejados por una enfermedad que acabó con la mitad de las almas de aquella aldea.
Perdido en mis meditaciones, no soy consciente de que dos caballos se aproximan hacia nosotros a gran velocidad. Bernardo se acerca y me obliga a parar.
-Vamos, no nos harán nada, llevo la insignia de la reina -Bernardo me muestra su cuello. De él pende un medallón de oro con una forma similar a la de un anillo, pero con varias filigranas grabadas.
- Si lo que dicen es cierto, Bernardo, espero que no sean rebeldes de las tierras del sur. Los rumores han traspasado las tierras y han llegado al monasterio. El sur se rebela contra la reina y las aldeas piden su libertad. Ya hay villas que no se someten al dominio antojadizo de los grandes señores - se libra una batalla por la libertad. Y ese clamor se extiende con tanta fuerza que al comentarlo ante la reina pude comprender su miedo.
- Tú calla, fraile. El poder de la reina no conoce límites y quién no se someta a él corre el riesgo de ... - Bernardo cae del caballo. Los dos jinetes nos han alcanzado y la yegua negra de Bernardo lo lanza con relativa facilidad. No puedo evitar sonreír al verle tumbado en el suelo.
- ¡Alto! ¿Quienes sois y a dónde vais? - miro la pobre silueta de Bernardo tratando de incorporarse del suelo y contesto sin vacilar.
- Soy Pablo y por mis hábitos habréis supuesto que soy un hombre de Dios. Y .. él, él es Bernardo, consejero de la reina. Nos dirigimos a las tierras del sur pues debemos encontrar a un hombre que debe prestar un servicio a la reina....
Ja! - miro a los dos hombres con detenimiento. Van armados, deben ser soldados a juzgar por sus vestimentas. El más alto de ellos lleva el pelo largo y recogido, su cara está cubierta de determinación. El otro lleva el pelo muy corto y luce un pendiente en su oreja izquierda. Es un hombre fornido y el color de sus ojos es incierto. Su mirada me traspasa, el primer hombre me mira con indiferencia. El de pelo corto es el que me ha hablado -Yo soy Carlos y he servido a la reina durante más de diez años. Este es mi compañero, Gonzalo, también al servicio de su majestad hasta que nuestro acuartelamiento se deshizo. Ahora no tenemos señor a quién servir y francamente, tampoco lo buscamos.
-El sur es un territorio peligroso, no lograréis llegar - Gonzalo, el más alto, cruza sus manos con desidia y nos mira con cierta soberbia.
- Pues vosotros nos guiaréis -Bernardo ha conseguido doblegar a su yegua y vuelve a estar a nuestra altura.
- Ya te hemos dicho que no servimos a nadie -Gonzalo lo mira, la conversación comienza a ser tensa.
-No, no tenemos señor -Carlos mira a Bernardo y se lleva la mano a la cintura. Es cuando me fijo en la magnífica espada que porta.
- No tenéis señor, pero seguro que si tenéis precio ¿cuánto? - Bernardo los mira con aire de suficiencia y me doy cuenta de que ha ganado la primera batalla.
-Eso es otra cosa -Carlos se vuelve a su compañero -¿cuánto?
- No los guiaría hasta las tierras del sur por menos de dos bolsas repletas de oro -Gonzalo esboza una amplia sonrisa.
- No hay problema, las cobraréis en cuanto alcancemos de nuevo el castillo ... - Bernardo vuelve la cabeza con total seguridad, pero las palabras de Gonzalo lo dejan totalmente paralizado.
-Lo cobraremos ahora mismo. Dos bolsas de oro equivalen a la insignia que portas en el cuello, a tus anillos y a las monedas que puedas llevar encima. Jamás volveré al castillo, puedo asegurártelo ...
-No, no lo haremos. Se vive bien sin señor a quién rendir cuentas -Carlos termina la frase con una carcajada. Tras unos instantes de tensión, Bernando cede y comienza a despojarse de sus pertenencias.
-¡Lo pagaréis caro! -pero su reproche se pierde en los misterios de un bosque que nos invita a cruzar.... y antes de que nos demos cuentas, nuestros guías improvisados nos abren el camino.
Pero lo que nadie ve o presiente, es que varios pasos por detrás de nosotros nos sigue raudo un jinete montado sobre un hermoso caballo. El jinete viste por completo de negro y recorre el camino con la seguridad de quién ya lo ha hecho en varias ocasiones. Su capucha cae hacia atrás mostrando unos hermosos mechones de pelo rojizo... justo a su lado pasea un magnífico lobo de dimensiones colosales. Su hermoso pelaje gris y blanco le confiere unos tintes casi mágicos realzados por la luz de una luna roja.
- Buena chica, ¡sin ti no lo habría conseguido! -la mujer de pelo rojo baja del caballo con agilidad y tiende su mano hacia la loba que agacha la cabeza para recibir el tributo de la caricia. -Descansemos unos instantes y luego seguiremos nuestro camino. Les llevo mucha ventaja -la mujer se apoya contra un árbol - Te llevo a ti.

martes, 17 de agosto de 2010

IUS VI


- Habla -la reina me recibe cubierta por unas hermosas telas blancas. Sus ojos resplandecen llenos de ira y comprendo que hoy más que nunca mi vida pende de un hilo.
- Creo que puedo leer los símbolos de la muchacha -la miro directamente a los ojos.

- Entonces te la traeré de inmediato, fraile - la reina cierra un puño con rabia.

- No me he explicado con claridad, señora. Puedo encontrar a alguién que me ayude a descifrarlos. Creo reconocer esta lengua antigua. - Voy a ser víctima de su enfado de un momento a otro así que no pierdo el tiempo -antes de ingresar en la orden, yo vivía en las tierras septentrionales de vuestro reino. Allí vivía un hombre que visitó tierras orientales y partició en las guerras para restablecer en ellas la fé....

- Si, no me lo recuerdes. Gerras inútiles que nos han costado gran parte de nuestra riqueza -la reina me mira con odio.

- El caso es que este hombre tenía un hijo y el niño era mi amigo más íntimo. Una noche, cuando el hombre volvía de trabajar sus tierras, se descubrió el pecho y recuerdo... recuerdo como si ese instante fuese ahora mismo....-mis ojos se pierden en el recuerdo de ese símbolo con forma de luna menguante- un símbolo tatuado en su torso idéntico al que la muchacha luce en el hombro...

- Ya. Comprendo. Pues bien, dime quién era tu amigo y mandaré traerlo de inmediato. En cuatro jornadas a lo sumo habremos salido de dudas.....- Bernardo se adelanta a la reina, en sus ojos brilla un atisbo de impaciencia.

- Imposible, señor. Soy incapaz de recordar su nombre...Pedro, Juan, Benito .... - Bernardo me mira tratando de fulminarme, pero no lo consigue. - Además, si las noticias no son falsas creo que las tierras del sur os son hostiles. Penetrar en ellas con soldados no haría sino acrecentar los recelos y los problemas. Yo iré allí, buscaré a este hombre y él se encargará de descifrar el mensaje...

- ¿Nos queda otro remedio? -la reina ríe y luego se para en seco -Partirás de inmediato.

- Partiremos, señora, Anselmo y la muchacha han de acompañarme -los miro con decisión, pero la reina vuelve a reír y esta vez lo hace con ganas.

- No eres tonto fraile, pero yo lo soy menos. Partirás con tu amigo el bardo y con Bernardo, por supuesto... tu querido hermano Anselmo y la muchacha esperarán impacientes tu regreso -la reina enarbola una sonrisa en señal de victoria.

- Y una vez que regresemos y descifréis el código, nos mataréis - la miro directamente y noto un reflejo de sorpresa en sus ojos-.

- Es probable, monje, pero piénsalo de esta manera ¡ahora te dejo cuatro días más para meditar sobre tu salvación! -la reina suelta una carcajada - y de cualquier forma tengo entendido que, para vosotros, este mundo es tan solo un tránsito hacia el otro, así que a las malas estás a cuatro días de reunirte con Dios y concluir esta visita terranal que a mi juicio, ya va durando demasiado -mis pupilas se dilatan por el pánico. A esta mujer la inspira el mismísimo demonio.- Espero que una vez en su presencia no le hables mal de mí. El ejercicio del gobierno a veces exige tomar ciertas decisiones - Esta vez me mira con un rescoldo de tristeza en sus ojos.

-Vamos fraile, retírate, partimos mañana a primera hora -Bernardo me mira, sospecho que este viaje le gusta tan poco como a mí.

No hay más que decir, me despiden con un ademán repleto de silencio pero lleno de significado. Dos soldados me guían de vuelta a mis aposentos. El frío de los muros se instala en mis huesos y toda la fuerza que he demostrado ante la reina cae sobre mi propio cuerpo reclamándome descanso.

La luz de la sala de audiencias comienza a extinguirse. La reina alza la mano para impedir que apaguen las antorchas que se sitúan junto a su trono. Bernardo se ha retirado, y una puerta lateral se abre discretamente. Un ser más negro que las propias sombras surge de la puerta. Su silueta alta y delgada se dirige silenciosamente hacia el trono. Una capucha la resguarda contra toda la curiosidad y las dudas. Una vez frente a la reina inclina levemente la cabeza.

- Has llegado a la hora acordada -la reina evita mirar a la silueta que afirma con la cabeza - Te necesito. Te necesito más que nunca. -la cabeza de la sombra se ladea ligeramente, invitando a la reina a seguir hablando - Hace años existió en este reino un viejo visionario. Algunos decían que tenía el poder de predecir el futuro y sobre todo las desgracias en él escrito. Este hombre, este visionario, predijo que en mi reinado se descubriría una ley no escrita, una norma forjada con la fuerza del tiempo y la costumbre. Y que esa norma no escrita desmembraría este mundo sometiéndolo a los caprichos de esta ley no escrita. "Ius non scriptum....una ley no escrita custodiada en la piel de una mujer" dijo el visionario justo antes de morir -la reina agarra con fuerza su camisón blanco, mientras la sombra ladea de nuevo la cabeza - Ayer aparecieron dos frailes y un extraño personaje custodiando a una mujer cubierta de símbolos extraños. En principio pensé matarlos a todos -la sombra se gira levemente -Sí, lo sé, para eso no te hubiese necesitado... pero por alguna razón que desconozco, necesito, quiero, deseo conocer el contenido de esos símbolos. Uno de los frailes parte mañana junto con Bernardo a las tierras del sur. Allí existe un hombre capaz de leer el mensaje...-la reina mira a la sombra. Pero enseguida desvía su mirada- Necesito que los sigas y los vigiles. Necesito que traigas de vuelta al hombre capaz de leer el mensaje.... -la sombra no deja terminar a la reina, se da media vuelta y se dirige a la puerta - espera ¡espera! ¡no me has dicho si lo harás!

- ¿Acaso te he fallado alguna vez? - la silueta de deshace de su capucha negra, mostrando un rostro de mujer cubierto por mechones de pelo del color del fuego....

lunes, 16 de agosto de 2010

IUS V


-Lo he escuchado perfectamente -miro a Anselmo que parece agotado, se cubre la caeza con las manos - piensan matarnos. Al menos a nosotros.

- ¡Ja! Lo supe en cuanto os ví en mitad del bosque ¡ya sabía yo que no érais de fiar! -Jacobo nos mira haciendo pucheros- Mi prometedora carrera como inventor, truncada por haber dado con malas compañías... y por cierto ¿por qué me dijísteis que la mujer era un fraile?

- Es una larga historia y no tengo ni ganas ni tiempo para contártela -Anselmo se levanta y me mira resignado - En cualquier otro lugar del mundo respetarían nuestra condición de hombres de Dios... pero ella...

- Shhhh ¡no te metas en más líos, fraile! -Jacobo hace un gesto y pide silencio a Anselmo - la mayor parte de lo que cuentan son leyendas. No es más cruel que cualquier otro rey.

- Es una mujer, y nosotros somos incapaces de comprender la profundidad de sus malas intenciones -Anselmo se dirige a una ventana, la ventana por la que yo miro -¿No dices nada, Pablo? -estoy concentrado mirando la exquisita silueta de la luna. Desde que Clara llegó a nuestras vidas se tiñe de un extraño color rojizo...

- Tal vez no esté todo perdido -mis compañeros de viaje me miran, yo callo, la luna se vuelve más roja y su hermosa silueta me recuerda a uno de los símbolos tatuados en el hombro de Clara.

Los muros del robusto castillo de la reina son testigos de miles de batallas y guerras. Los años codiciosos no han sido capaces de arrebatarle ni un ápice de su dureza.

Los aposentos de la reina ocupan tres estancias del castillo. Las malas lenguas aseguran que uno de ellos está destinado a custodiar de manera exclusiva todos los ropajes que ella ha lucido en sus treinta años de vida. Y por todo el reino es conocido su gusto por los zapatos de diversas formas, tamaños y colores. En otro de los aposentos dicen que la reina custodia escritos que contienen viejas fórmulas ancestrales, ritos prohibidos, costumbres deshechadas por la Iglesia. Dicen que esa sala colosal contiene secretos dictados por el mismísimo diablo y que las llaves son custodiadas por Bernardo, su confidente, su mano derecha. En el tercer aposento descansa la reina, duerme en una cama de proporciones gigantescas, cama que comparte de manera ocasional con quién le place. Cuatro soldados de su séquito personal custodian la puerta de sus habitaciones.

-Ius non scriptum -la voz de Bernardo retumba en la habitación de la reina. Ella está tumbada sobre su cama.

- Bernardo, llevas repitiendo esa frase desde que hemos llegado a mi habitación. Te rogaría que parases, estoy cansada y me duele la cabeza. -La reina se levanta y se pone frente a Bernardo.

- Ius non scriptun, una ley forjada por la fuerza de la costumbre, fuerza más poderosa que todos los códigos escritos -Bernardo mira a la reina - la chica, los símbolos tatuados... y la profecía.

- Cuentos para viejos, Bernardo, cuentos para viejos -la reina se acerca a Bernardo - los tres acompañantes de la chica deben ser ejecutados. Nadie debe saber de su existencia ni del extraño mensaje que custodia. En cuanto a ella, la encerraremos hasta descifrar el código y luego ya decidiremos que hacer...

- No me importa lo que haga con los frailes y ese... ejem... ese... cantamañanas, en cuanto a ella, si es la portadora de la ley no escrita....si es ella... puede que abramos la puerta de una nueva desgracia. Este tiempo que vivimos puede transformarse, deshacerse, corromperse bajo la fuerza de un mandato ajeno a todo lo que conocemos ...- Bernardo se acerca a la ventana de la habitación de la reina.

-Vamos, Bernardo ¡no seas cobarde! Quiero conocer el mensaje que oculta su piel, quiero conocerlo por completo. No me asustan los mensajes, ni los símbolos o las leyendas. Me asusta lo que los hombres puedan hacer con ellas. Está decidido - La reina vuelve a acostarse y justo en ese momento suenan unos discretos golpes en su aposento - Ve tú, Bernardo -Bernardo se dirige a la puerta, la reina se deshace de su pesado ropaje color grana y a cambio se cubre con un camisón blanco y vaporoso que la cubre por completo. Sus manos despliegan las sábanas de la cama y justo cuando está a punto de meterse en la cama, la voz de Bernardo la detiene...

-Señora, creo que aún no podrás descansar -Bernardo la mira con los ojos muy abiertos.

- Espero que lo que tengas que decirme sea lo suficientemente importante....

- El fraile más joven asegura que es capaz de descifrar el mensaje.

domingo, 15 de agosto de 2010

IUS IV


- He parido cuatro hijos. Los cuatro varones. He sofocado cien mil revueltas y he sometido bajo mi dominio a todos los señores feudales que forman parte de mi reino. Es un reino extenso ¿sabéis? -los ojos de la reina se posan en mí por un instante. Su mirada me traspasa y me congela. Ahora comprendo porqué se la teme en todos los confines de la tierra - Mi padre me casó apenas había cumplido yo trece años. Con quince ya era madre de dos de mis hijos y viuda. No voy a negaros que la situación me satisfizo, no soportaba a mi esposo -se ríe - mis otros dos hijos no tienen padre, ni falta que les hace, su madre es la reina. Ayer ejecuté a dos nobles condes y a un duque, parece que estaban tramando una sublevación y como yo siempre digo mejor es prevenir que curar - vuelve a reírse y se levanta de su trono de madera. Se dirige hacia nosotros, es una mujer alta, robusta, lleva el pelo desordenado y juraría que algún tipo de pintura negra que potencia su terrorífica mirada -así que estoy cansada, muy cansada. ¿Qué podría impedir que ordene que os rebanen el cuello? -nos mira con una sonrisa que incluso parece cándida -¡Me habéis despertado y aún o ha despuntado el día!
-Se...señora... yo ... -Anselmo trata de adelantarse un paso, pero la mano de la reina le impide seguir. Incluso me parece gracioso observar como el corpulento Anselmo tiembla de miedo -
- Habla fraile o juro que yo misma te atravesaré con una espada antes de que puedas pestañear. Siempre he dicho que los hombres de dios sois unos verdaderos inútiles -la reina vuele a su trono y observa a Anselmo.
- Cumplo órdenes, señora. Y provienen del Santo Padre -Anselmo pronuncia con mucho respeto estas últimas palabras.
- ¡Ja! -la reina lanza una carcajada seca - no he conocido hombre más pecador que vuestro santo padre. Pero espero que esté algo menos disgustado conmigo -mira a su derecha, una sombra se ha colocado justo a su lado. Es un hombre alto, delgado, desgarbado y muy pálido - Este es Bernardo, mi consejero. -Su amante, dicen las malas lenguas. Observo al hombre que nos mira de manera inquisitiva.
- Señora, estoy seguro de que nuestro Santo Padre ya os ha perdonado vuestro...arrebato -Anselmo agacha la cabeza y baja el tono de voz.
- ¿Arrebato? No me provoques, fraile. ¡Arrebato el suyo! Trató de que me arrodillara ante él ¿lo sabíais? -Anselmo trata de contestar pero la reina no espera respuesta - y no no me arrodillo ante nadie ¡nadie! -las mujeres han sido creadas para tentar a los hombres y conducirlos por las malas sendas. Sus lenguas viperinas inducen al pecado. -Vete al grano, me estás hartando.
- Yo, vengo a entregaros a esta mujer - Anselmo empuja a Clara hacia la reina y Jacobo, nuestro guía, lanza un grito de sorpresa. Hasta este momento el pensaba que Clara era un fraile, como nosotros. Clara se quita la capucha que la cubre y mira a la reina a los ojos. Seguro que la fulmina con su mirada. Siento pena por ella. - Ella tiene un mensaje para vos, señora.
- Bien ¡qué me lo entregue! -la reina se pone en pie y hace un gesto a Bernardo - ¿Y venís tantos para acompañarla?
- Dame el mensaje -Bernardo apenas mueve los labios para pronunciar las palabras. Extiende sus largos brazos y mueve los dedos blancos y huesudos.
- No -Clara lanza un no rotundo y seco.
- ¿Cómo? -Bernardo la mira estupefacto, pero mis ojos alcanzan a ver una sonrisa de satisfacción en la cara de la reina -¿Te niegas a cumplir la orden de la reina? Muchacha ¡no estás en tu sano juicio!
- Solo a ella- Clara es diminuta en comparación a Bernardo y su piel morena contrasta con la palidez cerúlea del consejero de la reina. -No pienso desnudarme delante de ti.
-¿Qué? - Bernardo se vuelve indeciso ante la reina y esta decide bajar los peldaños que la separan de nosotros.
- ¡Desnudarte! -la reina mira a Anselmo -¿es esto una broma de tu santo padre? Porque si es así yo misma iré a buscarlo y le rebanaré el cuello....
-....con el filo de la espada -Jacobo que lleva todo el rato callado, termina la frase de la reina. Su voz chillona y estridente resuena por todo el salón de audiencias. Todos lo miramos - Perdón, perdón, es que no me gusta estar tanto tiempo callad. ¡Majestad, soy Jacobo! Juglar, cantamañanas, remiendacorazones, inventor y ... ¡la persona que los ha guiado hasta aquí con éxito!
- ¡Tú nos has perdido, idiota! -Anselmo no puede evitar mirar con ira a Jacobo que se calla de inmediato -Majestad, lo que la chica quiere decir es que... veréis, es complicado pero .... -Anselmo se pone nervioso y noto la impaciencia de la reina y su consejero. Nuestras vidas corren peligro.
-Señora, lo que mi hermano quiere decir es que la chica es el mensaje. Lo lleva tatuado en su cuerpo. Los símbolos comienzan en el hombro derecho y .... -la cara de estupefacción de la reina me alivia unos segundos y me da valor para continuar - puedo aseguraros que jamás he visto nada parecido.... perdonadme, soy Pablo, copista del monasterio.
El silencio se instala en los muros de esta sala de audiencias. Bernardo se acerca a la reina y le musita algo al oído. Ella asiente.
- Seréis conducidos a unos aposentos para que podáis descansar hasta mañana - Bernardo habla con ceremonia y seriedad. Hace un gesto casi imperceptible con la mano izquierda y de repente, hacen su aparición tres soldados que nos invitan a seguirlos. Nadie habla, nos limitamos a obedecer un mandato silencioso y rotundo.
-... pero que conste ¡yo jamás me pierdo! -Jacobo se dirige a Anselmo en voz baja. Sus palabras me distraen un instante, pero mi oído habituado al cuchicheo de los roedores capta la última frase de la reina. Una frase que se diluye entre estos muros cubiertos de tiempo...
- Como vulgarmente se dice, Bernardo querido, hay que matar al mensajero... bueno, en este caso, a los tres mensajeros....

sábado, 14 de agosto de 2010

IUS III


Medicina. Un tratado de medicina es lo que estaba copiando justo cuando miré por la ventana y vi a Anselmo con esta mujer, Clara. Y ahora un día más tarde estoy recorriendo el trayecto que nos separa del castillo de la reina junto a mi superior y a una mujer. Y encima montado en un viejo caballo que parece que se va a caer en cualquier momento. Me ha costado mucho mantener el equilibrio, me da la sensación de que voy a resbalar todo el tiempo. Pero Anselmo ha sido estricto, hay que alcanzar el castillo antes de la tercera jornada de viaje. Me vuelvo a mirar a la mujer, Clara, parece que la enfermedad que la aqueja se va desvaneciendo pero aún así, los signos de cansancio en su rostro son evidentes. No puedo evitar mirarla constantemente y a veces me cruzo con ese par de ojos oscuros que me miran de manera penetrante. Los escalofríos me recorren de los pies a la cabeza y la imagen de su hombro inmaculado cubierto de extraños símbolos acude a mi cabeza una y otra vez.

A ninguna lengua que yo conozca pertenecen los símbolos marcados en su piel. No. Debe ser alguna lengua oriental, de eso estoy seguro, me lo revelan los trazos y ciertas formas. ¿Pero cuál¿. Estoy seguro qué con tiempo podría llegar a descifrarlos.. pero Clara no es un manuscrito, no es un papel. Es una mujer, un engendro ideado más por el maligno, que por Dios. Las mujeres son fuente de perdición, de vicio. Mentirosas y manipuladoras, capaces de poseer y dominar las acciones de los hombres. No debo acercarme a ella y por otro lado... no puedo evitar sentir curiosidad.

- ¡Vamos Pablo, oscurece! Pararemos a descansar y continuaremos apenas salga el sol -Anselmo aminora el ritmo de su caballo. Estás más serio de lo normal y desde que presenció la escena de todos los cadáveres de nuestro animales yaciendo en el suelo del patio, evita acercarse a Clara y apenas se dirige a ella. Estamos atravesando un bosque, no nos es complicado buscar un claro y atar a los caballos. Anselmo se ofrece a velar mientras Clara y yo descansamos alumbrados por la tenue hoguera que nos presta calor y nos protege de las bestias. Me duermo con la imagen de los símbolos que cubren el cuerpo de esa mujer. Esa mujer que yace a mi lado.

- ¡Vamos, vamos, dormilones! - una voz estridente hace que mi cuerpo reaccione mucho antes que mi mente. Anselmo y Clara ya están en pie - ¡Vaya, vaya! ¿Qué hay aquí? Tres frailes perdidos en el bosque - Un hombre joven nos contempla con una sonrisa pícara pintada en su cara. Su tez es morena y viste de un modo lujoso y llamativo. Su pelo es corto, rubio y un mechón largo asoma sobre su hombro derecho.

- Dis...disculpa hermano. Soy Anselmo y estos son mis dos acompañantes. Nos dirigimos al castillo de la reina y sinceramente, creo que no estamos perdidos -Anselmo da un paso al frente.

- ¡Oh, ya lo creo! Os estáis equivocando completamente. De esta manera no haréis más que dar vueltas sobre vosotros mismos -el joven comienza a girar sobre sí mismo y se ríe. De repente se para -¿Y tú como te llamas? -me mira.

- Yo soy Pablo -miro a Anselmo apenas he terminado de hablar.

- Bonito nombre ¿y tú? - se vuele a Clara.

- Hermano, nuestro compañero es mudo -Anselmo se adelanta y se interpone entre Clara y el joven - ¿Podrías guiarnos al castillo?

- ¡Ah! ¡Ya lo creo! Pero dejadme presentarme antes -hace una reverencia ridícula- soy Jacobo, trovador ocasional, bardo, cantamañanas, bufón si se presenta el caso, remiendacorazones y sobre todo, inventor - Jacobo se levanta, nos mira con mucha ceremonia y sonríe - bueno y también soy guía. Tengo una extradorinaria capacidad para orientarme en cualquier situación y lugar....¡Estáis en las mejores manos!.

Seguimos cabalgando. A nuestra cabeza va Jacobo, cantando y recitando canciones, riendo y mostrándonos los prodigios de un mundo que hasta ahora ha permanecido oculto a mis ojos. Un mundo que yo solo conocía por los libros. Solo hay un problema, estamos totalmente perdidos. Hoy hace cinco días que salimos del convento.

viernes, 13 de agosto de 2010

IUS II


Es la tercera vez que una sombra se cruza ante mis ojos. Pero no sabría decir que es. Apenas hago otra cosa que copiar libros y cuando salgo fuera mis ojos no se acostumbran a ver a medias o largas distancias. Me invade el olor de los excrementos de las gallinas y los cerdos, pero las nauseas que me provoca no me impide seguir avanzando hacia los establos.
Abro la puerta a pesar de que el miedo me atenaza. El silencio me recibe, un silencio denso. Solo tenemos cuatro caballos que nos permiten desplazarnos a las aldeas próximas. Cuatro caballos viejos que ahora se despiertan para recibirme. Mis ojos empiezan a acostumbrarse a la oscuridad, pero apenas percibo la sombra que dormita al final del establo. ¡Oh Dios misericordioso! Espero que perdones mi osadía, espero que en tu juicio tengas en cuenta que obro para defendernos en caso de necesidad. La sombra se revuelve y la mujer se levanta. Anselmo le ha dado un hábito de monje, pero aún así me sigue pareciendo minúscula. Su cuerpo se pega contra la pared y a medida que avanzo noto que el miedo se apodera de ella. Está limpia, su cara sigue cubierta de un sudor extraño, un sudor que indica que está enferma, pero vista desde cerca ya no me parece una bestia. Sus ojos son grandes y oscuros y lleva el pelo recogido. Me llama la atención la suavidad de las formas de su cara…
- ¿Hermano? –la voz de Anselmo hace que toda la sangre de mi cuerpo se paralice. Tardo unos instantes en darme la vuelta y quitarme la capucha que me cubre. Es inútil demorar el momento -¡Pablo! ¿Qué haces aquí? Indiqué expresamente que nadie debía entrar en el establo.
- Ya. Y mentiste –le miro y la miro a ella –La vi llegar en el carro y observé como la metías en el establo. Lo que no puedo imaginar es la razón por la que nos has mentido, hermano –soy consciente de que Anselmo es mi superior y jamás osaría hablarle en estos términos. Pero por encima de él está la orden y por encima de la orden los mandatos divinos, que son claros.
- Hermano, era absolutamente imprescindible. Nadie debe… nadie puede saber que ella está aquí –la mujer nos observa. Anselmo se aproxima a mí.
- Pues yo lo sé –Miro a Anselmo con una mezcla de soberbia. Me siento poderoso.
- Ya lo veo, hermano y eso es un gran problema –me mira. Se toca su barba rojiza y esboza una mueca de disgusto. Súbitamente su rostro cambia de expresión e intuyo la típica sonrisa que presagia una de sus ideas – O no. Mañana partes de viaje, hermano.
- ¿Yo? – le miro estupefacto – Anselmo, desde que llegué a este convento hace quince años ¡jamás he traspasado sus muros!
- Tranquilízate, no irás solo. Ella irá contigo –mira a la mujer y me mira a mí. Se ríe - ¡Lo siento! ¡Si vieras la cara de pánico que has puesto….tú también te reirías!
- No pienso ir a ningún sitio y menos con esa… esa… -señalo a la figura que nos observa sin apenas moverse.
- Mujer –la mujer habla, su voz dulce y aguda invade todos mis sentidos. Noto un escalofrío en mi espalda – Soy una mujer, dilo. No creo que dios te condene por nombrarme. –Anselmo se ríe.
- Pablo, yo también voy con vosotros –Anselmo pone una mano sobre mi hombro y mi cuerpo vuelve a responderme – Es urgente que la llevemos ante la reina, es una orden. Y puedo asegurarte que no precisamente del obispo, el mandato viene de más arriba –miro la expresión severa de Anselmo y comprendo que no miente- ¡qué puedo hacer! He de cumplir lo que me ordenan, hermano y ahora tú también estás incluido en la expedición….
- No entiendo, Anselmo…
- Yo tampoco hermano, pero ¡Dios me libre de contravenir una orden tan directa! –Anselmo sonríe mientras me coge de los hombros.
- Se trata de una mujer, Anselmo, yo…
- No lo mires de esa manera. En realidad no es una mujer ¡es un mensaje! –Anselmo se ríe al decir estas palabras.
- ¡Anselmo, hermano, no estás en tu juicio! Es una mujer, una simple mujer, una …- pero antes de terminar mis palabras la mujer se baja con delicadeza el lado derecho de la túnica, mostrando a la noche la palidez de uno de sus hombros. Mis ojos, acostumbrados a ver de cerca no pueden evitar devolverme una imagen increíble: en su carne hay escritos unos símbolos extraños, negros. Obviamente deben ser palabras. Me acerco sin poder vencer la curiosidad de lo que mis ojos me están mostrando. Son símbolos extraños, ajenos a toda lengua que yo conozca o que haya copiado. Acerco mis dedos para rozar los símbolos, pero ella se cubre el hombro y me mira con sus enormes ojos oscuros. - ¡Dios, oh Dios!
- Entonces, decidido, partimos mañana mismo. Venga, Pablo, deja que descanse, nos espera un largo viaje y temo que ha padecido una dura enfermedad. –Anselmo me coge para irnos.- ¿Conoces esos símbolos?
- No –le respondo con avidez, deseoso de poder observar con más detenimiento el mensaje oculto que cobija el hombro de este ser - ¿Has pensado en la posibilidad de que tal vez sea una…..
- ¿Bruja? –la mujer se ríe y me responde – No, hermano, no soy una bruja. Incluso tengo nombre cristiano: Clara.
- ¿Ves? ¡No hay que temer! Tú siempre tan pesimista, Pablo. Vamos, vamos. ¡Hay tanto que hacer!- Miro por última vez a la mujer y sigo a Anselmo fuera del establo.
- Presiento una gran desgracia –mi voz provoca una nueva carcajada en Anselmo, que abre la puerta del establo. Su risa se corta en seco, su semblante palidece y sus ojos perciben algo que los míos son incapaces de ver…
- ¡Dios nos asista, Pablo!- su mano aprieta con fuerza mi brazo izquierdo.
- ¿Qué pasa hermano?
- Pablo … ¡todos los animales han muerto!