La pequeña princesa no comprendía ni la mitad de
las cosas que estaban sucediendo. Aquella mañana no había despertado en su
cama, como era usual. Había despertado en una vieja y sucia cabaña en mitad de
un bosque tremendamente frío y oscuro. Alicia se hubiera llevado el susto más
grande de su vida si no hubiera sido porque a su lado mirándola muy seriamente
estaba Elia.
-
¿Dónde
estamos? ¿Por qué no estoy en mi cama, en palacio? ¿Y dónde están mis
padres?¿Y…?
-
Basta,
basta pequeña. No me dejas tiempo para contestar. ¿Acaso has olvidado la conversación
con tus padres?
No, claro que no había olvidado la
conversación con sus padres. En su cabeza la certeza de que estaba en peligro
acudió tan de repente que le hizo daño, como cuando bebes un vaso de agua
helada. Y Alicia agachó la cabeza. Por su culpa todo lo que más amaba estaba en
peligro. Su reino, su casa, su familia, sus padres…
-
Vamos, no
te pongas triste Alicia. Yo estoy contigo. ¿Me ves? Vengo preparada para nuestro
viaje.- Alicia miró tímidamente a su prima y comprobó que iba vestida como una vulgar
campesina. Una gran falda azul oscuro y una blusa de color blanco, como manda
la tradición. – Es conveniente no levantar sospechas, pues como bien sabes
debemos abandonar nuestro amado reino en busca de la ayuda que ahora nos es tan
necesaria….
-
¿Te refieres
al ejército de La Libertad ?
-
Shhh! – Elia
se acercó rápidamente a ella y tapó su boca con la mano- No debes hablar de
nuestro… “encargo” con tanta ligereza, querida. Ten en cuenta que cualquiera
puede estar escuchando….¿entiendes?
-
Si, claro
que te entiendo, pero ….
-
No hay
tiempo que perder, debemos cruzar las murallas del Reino antes de que caiga la
noche. Es entonces cuando se produce el relevo en los valientes que guardan la
puerta. El rey, tú padre, se ha asegurado que los de la tarde no harán preguntas,
pero su influencia se debilita cada segundo que pasa… es vital que nos demos
prisa. Coge estas ropas y cámbiate, debemos partir con urgencia.
Alicia miró a su prima y decidió no
atosigarla más con preguntas. Su cara era el vivo reflejo de la preocupación y
la tristeza. Se vistió sin hacer ninguna otra pregunta, aunque Alicia odiaba
profundamente no poder preguntar sobre las cosas. Y sin vacilar siguió a Elia a
través del bosque y luego a través de un camino lleno de piedras y barro. Jamás
había abandonado el recinto del palacio y aquel bosque que acababa de atravesar,
para ella apenas si representaba una pequeña mancha en el horizonte, pero
recordaba como había anhelado recorrer su interior imaginando mil y una
aventuras a cada paso. Ahora hubiera dado todo lo que poseía, incluido el
medallón que la distinguía como princesa del Reino, por no haber atravesado
jamás las puertas del palacio. Pero seguía andando firmemente, decidida a
resolver el embrollo que había creado. Ni siquiera pudo probar bocado y para no
contrariar a Elia tomó un poco de fruta y bebió de la infusión de flores que
tan famoso ha hecho al reino de Lis a través de los años. Y siguió caminando,
como si a cada paso purgara el mayor de los pecados jamás cometidos.
Al caer la tarde se dio cuenta de
que entraban en una pequeña aldea, llena de casitas de madera que ella siempre
había contemplado a través de los libros.
-
Es la
última aldea antes de alcanzar las murallas. Creo que intentaré comprar algo de
comida, por si acaso. Nunca hay suficiente. – Los ojos de Elia estaban
totalmente enrojecidos y Alicia comprendió que había llorado durante buena parte
del camino.
Pero Alicia estaba demasiado
sorprendida como para preocuparse por su prima. La aldea le brindaba muchas
imágenes totalmente nuevas y sorprendentes que jamás hubiera esperado
contemplar desde tan cerca. Niños jugando, saltando, comiendo, sucios de barro,
gritando, hombres reunidos que reían
ruidosamente, perros corriendo de allá para acá, mujeres que hablaban en
susurros…penetraron en la calle más ancha de la villa y se dirigieron hacia una
cabaña en la que se vendían todo tipo de frascos. Alicia vió como Elia trataba
con la mujer sobre el precio de los frascos pero se quedó absorta observando
todo a su alrededor y no se dio cuenta de que unas manos inmensas obligaban a
su prima a entrar en la cabaña de los frascos. Sólo la alertó el grito de
pánico que lanzó Elia, que la salvó de correr la misma suerte. Sin dudarlo Alicia
echó a correr. Gritaba sin saber muy bien que decía, pero cuando reunió la
suficiente calma y comprobó que nadie la seguía, la niña paró en mitad de la
calle y llena de miedo, rabia y desesperación, rompió a llorar.
-¿Qué te pasa, pequeña? – la voz
parecía surgir a sus espaldas y Alicia se volvió sin muchas esperanzas de que su situación
fuera a mejor. Vió a un hombre joven que la miraba con preocupación. –
Gritabas, por eso te he seguido.. no parece que seas de por aquí y … bueno,
quizás yo pueda ayudarte. ¿Tus padres?
- Yo, viajo con mi prima señor.
–Respondió la niña con la mayor calma que fue capaz.
- Bien ¿y dónde está tu prima? – el
joven se aproximó y agachándose a la altura de Alia le permitió comprobar que
sus ojos no escondían ningún atisbo de maldad.
- De eso se trata, señor. Fuimos a
comprar algo de comida y en la cabaña, estando en la cabaña, mi prima
desapareció…
- ¿Cómo que desapareció?
- Pues, desapareciendo, claro está
.. me refiero a que estaba y al segundo ya no estaba, algo, alguien la empujó
dentro de la cabaña y luego trató de cogerme a mí también, pero yo salí
corriendo….
- Ya. Bueno, llévame a esa cabaña y
veremos que podemos hacer. Seguro que tu prima anda por allí, comprando algo.
No creo que nadie la haya obligado a entrar en un sitio en el que no quisiera
estar. En el Reino de Lis no existen este tipo de personas ¿lo sabes, verdad?
Alicia asintió con la cabeza ¡cómo no
iba a saberlo! Ella era la princesa de Lis y sabía mejor que nadie todas las
cualidades y virtudes de su extenso y precioso reino. Pero también sabía que
unas manos gigantescas, sucias y peludas habían tratado de aferrarla y
obligarla a entrar en esa cabaña. Ahora se hallaba de nuevo ante la puerta y
vió la cara de la mujer que minutos antes había estado hablando con su prima.
-
¿Esta es?-
el joven se volvió hacia Alicia y al comprobar que asentía, se dirigió hacia la
mujer – Disculpe, señora, pero mi joven acompañante insiste en asegurar que su
prima ha desaparecido en este lugar hace… unos instantes. Yo creo firmemente
que se trata de una equivocación pero ¿podríamos entrar a echar un vistazo para
que la niña se quede tranquila? Sé de lo inusual de mi propuesta, pero… puedo
compensarla si ese es el problema. –El joven se llevó las manos al bolsillo y
sacó un puñado de monedas hechas con la famosa piedra negra de Lis. Era una suma
importante y Alicia se dio cuenta de que el joven debía pertenecer a una familia
noble. Observó también que a la mujer se le encendía un brillo especial en los
ojos y también pudo escuchar el triste aullido de un perro que huía
despavorido. Un segundo después algo saltaba dentro de la ventana de la cabaña
y Alicia comprobó con horror que un cuchillo de piedra negra se clavaba en el
pecho de la mujer que en el acto caía al suelo. El joven y Alicia se dieron la
vuelta y se encontraron cara a cara con una mujer alta, fuerte y de mediana
edad que sin darles tiempo ni tan siquiera a pensar les invitó a entrar en la
cabaña rompiendo con fuerza la puerta de una patada.
-
¡Vamos! –su
voz sonaba grave y dura, como la piedra.- ¿A qué esperáis? Supongo que vuestra
amiguita ya está muerta, pero … nunca se sabe, podríais tener suerte. – Entró
en la cabaña sin dudarlo y el joven y Alicia la siguieron sin saber muy bien por
qué. – Perfecto, la mujer ya no nos dará problemas –dijo riéndose y apartando
el cuerpo sin vida de la mujer que acababa de matar- presiento el miedo de ¡um!
Dejarme pensar, uno, no… tres… no, no tampoco… de cuatro mocosos que andan
escondidos y muertos de miedo. –Se volvió hacia Alicia y el joven – vosotros,
tened cuidado. Estas criaturas son peores que las ratas, sus padres les han enseñado
a engañar tan bien como lo hacen ellos. ¡Salid de dónde estéis pequeños
engendros! Seré buena y os perdonaré vuestra vida veníd aquí de inmediato, solo
quiero saber dónde tenéis a la chica. – A la vez que hablaba iba revolviendo
todo cuanto estaba a su paso. Alicia jamás había visto una estancia tan pobre y
tan sucia y la cabaña del bosque de aquella misma mañana le pareció un
autentico lujo… luego miró a la mujer a la que seguían y se dio cuenta del
miedo que le inspiraba. ¡Había matado a aquella mujer sin dudarlo y estaba
segura de que cumpliría la amenaza que había dirigido a los niños!. Así que
cuando descubrió a u pequeño de unos cinco años escondido tras las roídas
cortinas de lo que parecía ser la estancia principal de aquella cabaña, decidió
no decírselo a aquella terrible mujer.
-
Creo que … -el
joven que acompañaba a Alicia presintiendo su miedo la tranquilizó poniéndole su
mano sobre los hombros- creo que, esto era del todo innecesario… quiero decir,
lo de la mujer. No sé de que región provienes pero debo informarte que en el
Reino de Lis están prohibidos los asesinatos, las peleas y todo acto ….
-
Oye
jovencito, yo ya me sabía el código de memoria mucho antes de que hubieras
nacido, pero está claro que aquí en las regiones del límite el código ha dejado
de tener vigencia hace ya mucho tiempo…. Son una familia de traidores y es así
como llamamos a los que intentan volverse en contra del rey y la reina de Lis.
Han cogido a vuestra amiga no sé exactamente porqué y si no la han matado, la
llevarán a las regiones del norte y allí la entregarán al Consejero que la
sentenciará a una existencia peor que la muerte… así que si, era estrictamente
necesario acabar con esta mujer. –Alicia que acababa de escuchar con atención las
palabras de aquella mujer, recordó lo que su madre le había dicho y justo
cuando estaba a punto de desvelar dónde estaba escondido uno de los niños, se
vió abatida por una niña de unos ocho años. Nadie supo de dónde salió aquella
diminuta niña pero si la mano del joven no se hubiera interpuesto a tiempo, Alia
hubiera muerto atravesada por una cuchillada certera.
-
¡Por todas
las regiones de Lis! Eres una pequeña delincuente- el joven levantó a la niña
con mucha dificultad, pues esta no paraba de patalear, arañar y chillar como un
ratón atrapado- ya basta, ya basta, ya…
-
¡Basta! –
la enorme mujer, tomó a la niña por el cuello y sin dejar de apretar preguntó
con tono muy firme – ¿Dónde han metido tus padres a la chica? ¡Contesta!
La niña que había dejado de moverse
indicó con la cabeza hacia una trampilla que estaba bajo una alfombra
cochambrosa y maloliente.
-
Quedáos
aquí, la tienen oculta en la bodega – antecediéndose a la protesta de Alicia, la
mujer continuo- la traeré en un minuto… ¿eres capaz de cuidar de la niña,
jovencito?
-
Por
supuesto. –El joven contestó indignado y una vez la mujer hubo atravesado la
puerta se volvió con tono amable a Alicia-¿estás bien? Menudo susto ¿no? No debes
preocuparte, no nos molestará en un rato –dijo refiriéndose a la niña- aún está
recuperando el aliento…
-
Si, ya lo veo
–dijo Alicia y no dudó en delatar al pequeño que seguía oculto tras las
cortinas- ahí hay otro niño.
-
Vale.
El joven sacó al niño de detrás de
las cortinas y lo hizo ponerse junto a su hermana. Sin perder tiempo se
asomaron a la trampilla que llevaba a la bodega y oyeron las voces de la mujer
y de Elia. Alicia estaba segura, su prima seguía con vida y no dudó en
estrecharse con ella en el más efusivo de los abrazos. Elia tenía muy mal
aspecto. En una de sus mejillas lucía un tremendo cardenal y el pelo que ella
siempre llevaba perfectamente peinado y recogido le caía por toda la cara sin
control. Aún así su belleza no pasó desapercibida para el joven que tan
amablemente se había comportado con Alicia…
-
Es hora de
irnos, muchachos. –la mujer que había salvado a su prima se dirigió a ellos con
cierta impaciencia- en breve aparecerá el padre y ya no podremos seguir siendo
tan discretos. Salgamos de esta cabaña y os guiaré a un lugar seguro.
Y sin oponer la menor resistencia los tres
siguieron a la mujer y abandonaron la cabaña y cuando Alia volvió sus ojos para
echar un último vistazo hubiera jurado que cinco diminutas cabezas la
observaban en silencio desde la ventana de la cabaña. Atravesaron calles
angostas muy sucias y repletas de toda clase de bichos y cuando el hedor se
hacía insufrible divisaron las hermosas copas de los árboles que les invitaban
a penetrar en el bosque del límite.
En el Reino de Lis había multitud de leyendas
acerca de aquel bosque maldito. Todas alertaban de los peligros a los que se
sometían los que penetraban en el bosque del límite del reino de Lis, pero a Alicia
le pareció un lugar muy hermoso.
-
No
pretenderás meternos en el Bosque del Límite ¿verdad? –el joven se dirigió una
vez más a la mujer.
-
Puedes
quedarte dónde más te plazca, pero te recomiendo que no vuelvas a la aldea que
acabamos de abandonar. Es muy probable que anden buscándonos para que cumplamos
con la justicia del reino ¿no crees?
-
Yo no estoy
sometido a ninguna justicia. Soy Aldo hijo del Consejero del Sur – En cuanto el
joven pronunció estas palabras Elia y Alicia miraron su mano izquierda y
observaron que el anillo de piedra negra que lucía en uno de sus dedos
certificaba que era miembro de la nobleza del Reino y ni más ni menos hijo de
uno de los Consejeros. Antaño, en el reino de Lis había muchos hombres y
mujeres nobles, pero con el correr de los años la nobleza se había ido
reduciendo y ahora se limitaba a los Reyes y su familia y a los Consejeros y
sus parientes más próximos.- He venido a entregar un mensaje de suma importancia
a los Guardianes de la puerta… debo llevarlo antes de que anochezca pero
pensaba ir dando un rodeo.
-
Ya me había
percatado que eras noble, pero eso no te exime del cumplimiento de la ley. Por
otro lado y con todo el tiempo que hemos perdido no llegarás a tiempo si no
atraviesas el bosque…a menos que tengas miedo…
-
¡Miedo yo!
Eso jamás, los hombres el Reino del Sur no conocemos el miedo, como bien sabes
– Y tenía razón, pues el Lis por todos en conocida la valentía de los hombres y
mujeres del sur del Reino. Y Alicia leyó en los ojos de Aldo que no tenia miedo
a enfrentarse a ningún bosque. Era alto y delgado y su piel morena evidenciaba
la cantidad de horas que pasaba al aire libre. Su pelo era largo y oscuro, como
era tradición en los hombres de la región sur y sus ojos eran de un azul
intenso y a Alicia le recordaban los de Kira el padre de Aldo a quién ella tan
bien conocía. – Pero no puedo fallar en este encargo y me sentiría más
tranquilo si rodeo el bosque.
-
Lo
atravesarás –la mujer se rió al ver el efecto que causaban sus palabras y
cuando logró recobrarse de la risa, dijo en voz alta y muy clara – me llamo Melia
y soy una proscrita. Vivo dentro del bosque junto a muchos otros como yo, gente
que transgredimos el código y somos sentenciados a pagar por ello. A algunos
les pillan, a otros no. Llevo más de quince años oculta dentro de esos árboles
y los conozco como la palma de mi mano. Os aseguro que no os pasará nada dentro
del bosque y además, no tenéis otro remedio… pues vos –dijo en tono de burla Mºelia-
sois el hijo del consejero de la región sur, y como tal no hay mayor honor que
servir a vuestros reyes.
-
No lo
dudes, mujer –el tono de Aldo era de enfado – y eso es lo que estoy haciendo.
-
No me mal
interpretéis, señor –dijo Melia haciendo una reverencia burlona – no pongo en
duda vuestras intenciones. Pero estoy segura de que el Rey y la Reina , os agradecerían
profundamente que cuidáseis con el mayor de los afectos a su única hija, la
princesa del Reino de Lis…
Aldo miró confuso a Melia que en su mano
había tomado el medallón del cuello de Alicia.
-
Niña, ¿de
dónde has sacado ese medallón?
-
Es mío-
dijo Alicia mientras volvía a esconderlo dentro de su camisa.
-
No,
¡mientes!
-
NO, no
miente. – Elia que había permanecido ajena a la conversación mientras trataba
de reponerse del ataque que había sufrido, se interpuso entre Aldo y su prima.
Sacó de un bolsillo su anillo que la distinguía como parte de la nobleza y Aldo
pudo distinguir el pequeño rubí que sin duda era patrimonio de la familia real.
– Es Alicia, princesa de Lis y yo soy Elia, su prima. Si no puedes creernos
fíjate bien en su rostro y descubrirás lo parecida que es a su madre. A ella si
la conoces bien, pues todo el reino está lleno de estatuas y cuadros de Mara,
nuestra reina. Se que te parecerá extraño y que… no es usual que andemos por
aquí, de esta manera, pero… seguro que puedo decirte que pone en el mensaje que
llevas. –Aldo miró a la niña y en su rostro descubrió dos hermosos ojos
oscuros, tan oscuros como los de Mara. Y una piel clara y unos cabellos largos
y ondulados, como los de la
Reina de Lis … ¿pero cuantas niñas en el reino podían
parecerse a la Reina. Aldo
creyó en el parecido pero no quería arriesgarse a fallar …
-
Escúchame,
Aldo –Elia intuyó sus vacilaciones- abre el mensaje y léelo, no pierdes nada
por hacerlo. Estoy segura que en él se ordena a los Guardines de la puerta que
nos franqueen la entrada a la princesa y a mí. Eso es lo que pone, abre el
mensaje ¡te lo ruego!
-
¡Demasiado
tarde!- los tres se volvieron a mirar a Melia, que en sus manos tenía el
pergamino que Aldo debía entregar en la frontera – veamos … si, es correcto, es
como si ella misma lo hubiera redactado …
Aldo se quedó perplejo, pero tuvo
que rendirse ante una evidencia tan clara. Y sin dudarlo un instante los tres
siguieron a Melia a través del bosque del Límite. Elia les contó todo sobre su
precipitada huida de palacio y sobre la importancia de abandonar el Reino de
Lis y cuando la noche hizo su aparición en el bosque, Melia les guió hacia un
cobijo seguro.
Alicia se acurrucó cerca de su querida
Elia y pensó en todo lo que había sucedido a lo largo de esos dos días. Deseó
con todas sus fuerzas volver a casa, se sintió cansada. Miró al cielo e intentó
recordar todas las terribles historias que se contaban acerca de aquel bosque y
sintió un poco de miedo. Trató de hacer memoria sobre una en especial que
hablaba sobre… pero enseguida se dio cuenta de que aquellos árboles no
entrañaban ningún peligro y escuchando la canción que silva el viento a través
de sus hojas, la niña se durmió.
Muy pronto por la mañana la despertó
Melia con su voz clara y rotunda:
-
¡Vamos! Aún
queda mucho bosque por recorrer antes de llegar hasta dónde están los
proscritos. De ahí al límite del reino hay poco trecho, pero es vital que
lleguemos antes de que vuelva a caer la noche.
-
Y ..¿qué
tipo de delitos han cometido los.. proscritos?- Elia preguntó tímidamente.
-
No temas,
no te harán daño. La mayoría son fieles a los reyes de Lis. Huyen de los
Consejeros del Centro y Norte a ellos si debes temerles, y a sus secuaces-
-
¿Cómo los
de ayer? – preguntó Alicia con curiosidad.
-
Si,
efectivamente. Llevan años preparándose para la guerra, princesa.
-
No, por
favor, llámame Alicia.
-
De acuerdo,
Alicia. Como te decía, llevan años preparándose para la guerra y tramando la más
terrible de las venganzas que pueda imaginarse…
-
¿Y cuál es
esa, si puede saberse? –preguntó Aldo escéptico.
-
No lo sé,
pero te aseguro que no será nada agradable. De cualquier forma, hace mucho
tiempo que yo abandoné el Reino para resguardarme en este bosque…
-
Ya ¿y cuál
fue tu delito, si puede saberse? – siguió preguntado Aldo.
-
Ninguno es
especial, lo mío fue más una terrible pérdida… - Alicia miró a Melia y se dio
cuenta de que por más que mirara su cara una y otra vez, nunca lograba
retenerla en su memoria… pero le pareció en esta ocasión que la mujer derramaba
alguna lágrima.
-
Si, claro.
A juzgar por lo que ví ayer está claro que eres totalmente incapaz de cometer
un delito. –Melia se frenó en seco y se volvió hacia el joven, pero Alicia la
cogió de la mano y dijo casi en un susurro…
-
Si no fuera
por ti, yo estaría muerta y mi prima también. Vamos, sigamos andando y cuéntame
más historias sobre este bosque ¡es tan hermoso!
-
Jamás
hubiera intercedido por ti si tu corazón no estuviera tan limpio como las ramas
de estos árboles. Recuérdalo siempre, Alicia.
Cruzaron el bosque sin detenerse más
que a descansar, pero guiados por los expertos y firmes pasos de Melia. Y cuando
se iba haciendo urgente llegar al destino, descubrieron a escasos pasos un
fuego que les anticipaba la presencia de los proscritos del Límite del Reino. Y
entonces, Melia se despidió de ellos.
-
Yo me quedo
aquí. Hoy no tengo nada que hacer en el campamento así que proseguiré mi camino
a través del bosque. Un buen amigo mío os guiará hasta el límite.
-
¿No te da
miedo ir sola?- Alicia miró a la mujer a los ojos y por un instante se dio cuenta
de que eran inmensamente profundos….
-
No,
pequeña. Es mi casa. Ahora, debéis daros prisa ¡no temáis!. Elia, cuida muy
bien de tu prima, al fin y al cabo es la
princesa de nuestro reino y el deseo que formuló debe cumplirse para que
podamos seguir viviendo. Estoy segura de que le serás de mucha utilidad y ¡no
pienses que no eres la adecuada! No podían haber elegido a nadie mejor para acompañar
a la princesa. – Elia asintió con la cabeza. – Y tú, jovenzuelo, antes de que
acabe el día realizarás un acto que será realmente valiente y yo te alabaré por
ello. – Aldo movió la cabeza y sonrió ligeramente.- Y tú Alicia, princesa del
Reino de Lis estoy segura de que algún día las generaciones venideras te
recordarán como la primera reina de Lis, debes ser fuerte. –Melia se acercó y
besó su cabeza y Alicia se llenó del aroma de verde que desprendía la mujer por
todos sus poros. – Recuerda, ante la duda haz caso siempre a lo que diga tu
corazón – y cuando el eco de estas palabras aún resonaba en el aire, ninguno de
los tres pudo ver más a Melia.
-
Pues,
adelante, venir detrás de mí. Debemos cruzar el campamento y encontrar al amigo
de Melia … no queda mucho tiempo para alcanzar las murallas y debemos hacerlo
antes de que oscurezca –
Aldo se inclinó y esperó a que Alicia
y Elia estuvieran en marcha. Al llegar al inicio del campamento, les hizo una
señal para que se detuvieran pero ya era tarde, en menos de un abrir y cerrar
de ojos, se vieron rodeados por hombres, mujeres y niños que con mirada ansiosa
les interrogaban. Un hombre de proporciones gigantescas se acercó a ellos.
-
¿Quiénes
sois?
-
Somos,
enviados del rey de Lis. Debemos alcanzar las murallas del reino y llevar un
mensaje a sus guardianes –Aldo habló sin titubear.
-
Ya, todos
sois enviados del rey. Y el rey envía a un joven noble del Reino junto a una
mujer y una niña. Curioso, yo diría que demasiado curioso.
Aldo se percató de su error y sin
vacilar intentó enmendarlo.
-
En realidad
son mi esposa y mi hija. Siempre viajo con ellas ….
-
Hemos
llegado hasta aquí guiados por una de los vuestros, por Melia –Elia no dudó en
intervenir consciente del peligro que corrían.
-
¿Por quién?
No conocemos a nadie con ese nombre – una muchacha desaliñada y maloliente se
acercó al grupo – vamos tío Ernst, nadie se va a enterar de lo que suceda aquí
y ahora –varios gritos de apoyo y júbilo sonaron ante la idea de la muchacha –
quitémosles todo lo que lleven de valor y luego .. que el propio bosque se encargue
de ellos.
-
No, seguro
que la conocéis, se trata de una mujer …. – Elia se paró en seco al darse
cuenta de que le era imposible describir el aspecto de Melia- Os daremos todo
lo que nos pidáis, pero por favor, dejadnos atravesar vuestro campamento…
-
Claro y
también os haremos un plano detallado de nuestra situación. Ni hablar! –el
hombre gigantesco, Ernst, volvió a tomar la palabra.
-
¿Ernst?
–sobre las cabezas de todos surgió una voz burlona y despistada – Ernst, no
entiendo el motivo de tanto grito. Sabes que odio madrugar.
-
¡Cállate,
Siro! ¿ qué haces subido en un árbol?
-
Por toda la
piedra negra del reino ¿estoy subido en un árbol? Ya entiendo la razón de
porqué he dormido tan poco hoy – Alicia, miró con curiosidad a la copa de aquel
inmenso árbol y pudo distinguir sin lugar a dudas a un hombre que vestía una
llamativa camisa color burdeos. Por todos es sabido que este color solo debe
ser llevado por la Reina
de Lis, pero a aquel hombre parecía no importarle. Su pelo era de un castaño
claro, y le caía sobre el rostro dándole una aspecto juvenil aunque Alicia estaba
segura de que era algo mayor que su prima Elina. No pudo distinguir el color de
sus ojos pero su amplia sonrisa le pareció encantadora. El hombre estiró los
brazos y bajó del árbol deslizándose con una destreza sin igual. – A ver,
Ernst, ¿qué tenemos aquí? Una hermosa mujer y una preciosa niña. Sin duda, son
mías y … este jovenzuelo también – El rostro de Aldo dio a entender que estaba
harto de que lo llamaran de esa manera.
-
Tengo 29
años, creo que es edad suficiente cómo para que dejéis de llamarme así.
-
Si, si, si,
si, jovenzuelo, no hay problema. El caso es que es tarde y …debemos ponernos en
marcha. Soy vuestro guía.
-
¿Qué? – la
exclamación fue general, incluso parecía que los propios árboles divertidos
habían coreado la palabra.
-
¿Cómo?
–bramó Ernst – no te llevarás a nadie a ningún sitio. Son nuestros prisioneros
y nadie hará nada hasta que los llevemos al campamento y …
-
Querido
Ernst, no quería llegar a esto , pero no me dejas más remedio. – Siro cogió al
hombre por el hombro y musitó una sencilla frase muy cerca de su oído- Ella
desea que se haga así. Y no queremos contrariarla ¿no es cierto?
El rostro de Ernst se volvió blanco
y aunque la frase de Siro había sido dicha en voz baja, todos la escucharon y
enmudecieron al instante. Sin mediar palabra condujeron a los tres extraños
hacia las entrañas del campamento y una vez allí les dieron comida y agua.
Jamás hubiera imaginado Alicia ver un campamento de proscritos, de hecho nunca
hubiera sospecha que en el Reino de Lis existían proscritos. Todo estaba
construido en perfecta armonía con el bosque, aquí y allá surgían huecos de
árboles gigantescos que servían de cobijo a los centenares de hombres y mujeres
que allí vivían. En el lugar más insospechado al abrigo de unas rocas o
matorrales surgían casas que más bien parecía la prolongación de un mundo
creado totalmente al amparo de la vegetación. Incluso en las cimas de los
árboles como si de ardillas gigantes se tratara vivían personas que curiosas
miraban a los tres extraños con cierto nerviosismo. Pero la visita fue muy
corta y ni tan siquiera se despidieron de ellos.
-
Debéis
perdonarles, no tienen modales ningunos – Siro se dirigía en exclusiva a Elia.
-
Ya, seguro
que a vos os sobran –dijo la muchacha con mucha seriedad.
-
Bueno,
estoy acostumbrado a otro tipo de compañía, no creeréis que vivo aquí en este …
lugar.
-
Y ¿entonces
porqué dormís aquí? –preguntó Alicia con mucha curiosidad. – Parecía que todos
os conocían…
-
Si niña,
pero es que estoy solo de paso yo … estoy acostumbrado a grandes ciudades y
exquisitas compañías…
-
Ya. ¿Cuándo
has visto a Melia? ¿Te ha explicado hacia dónde tienes que guiarnos?
-
¿Melia? No
sé de quién me hablas. Lo cierto es que os guío hacia dónde vosotros dijisteis
que queríais ir ¿no? – Siro se paró y señaló con su mano firme.- Es allí mismo,
observad las murallas negras del Límite. Dicen que antes de construirlas la
piedra negra de Lis brotaba por doquier pero la agotaron y esa es la razón por
la que ahora debemos buscarla en el interior de la tierra… Allí está la puerta
construida con la madera de árboles centenarios. Y junto a la puerta podéis
observar el puesto de los Guardianes. Es bastante amplio, tened en cuenta que
en su interior se alojan 20 guardias que por turnos custodian las puertas
durante un año. 10 de ellos los que las velan durante el día, pertenecen a las
tierras del sur y del este, los otros diez pertenecen a las regiones del norte
y del oeste …
-
Gracias, lo
sabemos – Aldo avanzó firme hacia las murallas. Allí debía entregar el mensaje.
Elia lo siguió de cerca, pero Siro tomó las manos de Alicia y la hizo quedarse a
su lado.
-
¿Dime
pequeña? ¿Quiénes sois realmente y que habéis venido a hacer aquí?
-
Na…nada.
Quiero decir, que somos, todos somos parientes de … bueno, debo irme porque –
la niña comenzó a ponerse nerviosa, pero los brazos de Siro eran fuertes. Fue
entonces cuando Alicia miró directamente a los ojos de Siro y comprobó que eran
oscuros, no tanto como los suyos y que estaban llenos de desconfianza y
curiosidad.
-
No me
mientas, al fin y al cabo no volveremos
a vernos. Venga, no seas mala. Dime quienes sois y te dejaré marchar….
-
Yo …-preocupada
por la situación, Alicia pisó con fuerza el pie de Siro y este, desprevenido le
soltó las manos. La niña comenzó a correr hacia la muralla, pero a los pocos
metros de distancia se le atravesó un hermoso lobo de dimensiones colosales.
Muerta de miedo Alicia se quedó
petrificada y apenas si llegó a notar la respiración de Siro en su cuello.
-
A las niñas
malas tal y como sabrás por los cuentos, se las comen los lobos. Así que si
quieres que te libre de este, me dirás de inmediato quién eres y qué haces
aquí.
Aterrorizada y sabiendo que aquel hombre era su
única salvación, Alia habló sin volverse.
-
Soy Alicia,
la princesa del Reino de Lis. Elia es mi prima y las dos juntas debemos
atravesar las murallas e ir a buscar ayuda – Alicia comenzó a llorar desesperada
– se avecina la guerra y me temo que todo es por culpa mía. Hace dos días debía
formular mi deseo y nombrar a mi prometido pero …¡no lo hice! ¡no lo hice! Llevaba tiempo pensando, es como si una idea
pasara por mi cabeza y … ni siquiera se lo había contado a mis padres pero
cuando me hicieron la pregunta, cuando me preguntaron …. Yo …
-
Bueno –dijo
asustado Siro- está bien, no hace falta que me cuentes más por ahora; no he
entendido nada de lo que me has dicho. Lo que tenía claro es que eras la
princesa de Lis no sabes disimular el medallón bajo esa terrible y vulgar
camisa. En cuanto a lo de atravesar las murallas es una auténtica locura. Todo
el mundo sabe que eso supone una sentencia de muerte segura….Así que no se me
ocurre más que tus padres te hayan enviado tras esas puertas para librarse de
ti y de tu encantadora prima … -Siro miró de reojo a la pequeña y se dio cuenta
de efecto que sus palabras producían. Las lágrimas de desesperación dieron paso
a otras de profunda tristeza- Vaya, no me hagas mucho caso, lo que decía eran
simple conjeturas. ¿Entiendes? No, ya veo … mira, guarda esas lágrimas, las
necesitarás una vez atravieses la muralla. Y ahora dame la mano, este lobo no
te hará daño si estás conmigo. No le mires a los ojos, eso es importante.
Alicia estaba profundamente dolida.
Era cierto que ningún habitante de Lis conseguía regresar una vez franqueadas
las murallas. Pero tenía la seguridad que sus padres la amaban por encima de
todas las cosas y si la habían enviado allí era por la urgencia de la
situación, para protegerla y porque confiaban en ella. Se enjugó las lágrimas
con la mano que le quedaba libre y con
mucho cuidado siguió las indicaciones de Siro… pero al pasar junto al lobo no
pudo evitar mirarlo y lo que vió la dejó perpleja pues si un instante después
hubiese tenido que describir su mirada sólo hubiera podido decir que sus ojos
eran tan profundos como el infinito. Aturdida como estaba no se dio cuenta de
que dos guardianes habían apresado a Siro y les conducían a la muralla.
-
Alicia ya
está hecho. Dentro de unos momentos se abrirán las puertas – Elia sacó de su
bolsa una prenda de abrigo y se la puso a Alicia- abrígate, dicen que tras las
murallas el aire viene frío. ¿Estás preparada? – el miedo y el nerviosismo se
apoderaban de Elia, pero la niña estaba tratando de recordar ….
-
Señora, ha
llegado el momento –los guardianes se colocaron frente a las dos inmensas hojas
de la puerta de la muralla – hemos de hacerlo rápido, antes del cambio …
-
Si, claro.
Abrid las puertas, no tengo miedo. Protegeré a la princesa con mi propia vida,
esta es mi misión y la voy a cumplir …
-
Vaya,
estarás satisfecha, bajo mi punto de vista eres demasiado hermosa para
desperdiciarte de semejante forma …-Siro recibió un golpe por parte de uno de
los guardias que le custodiaban mientras los dos que estaban frente a la puerta
comenzaban a despegarla, como si el paso de los años sin abrirla la hubieran sellado
de una forma especial.
-
¡Tu
cállate! En cuanto terminemos con esto serás trasladado a la ciudad de Tersa y
tal y como manda la tradición serás ajusticiado en su plaza –el guardia que le
había golpeado rió sin compasión. Elia miró a su prima con preocupación pero
la niña estaba absorta, perdida …. Alicia trataba de hacer memoria, era sobre la
leyenda del Bosque del límite… sobre una mujer, una mujer que vagaba por el
Bosque del límite buscando algo…
-
- No creo
que la idea me guste demasiado – Siro volvió a recibir un segundo golpe.
-
Señora, las
puertas ya están listas. No podemos arriesgarnos a abrirlas más. El ruido
podría alertar a los otros guardianes y …
-
Esta bien.
Vamos mi niña este es nuestro destino –Elia cogió con fuerza a su prima y
comenzó a avanzar hacia la puerta …
-
¡Espera! –
Aldo la miró con admiración infinita -¡espera! Quédate en Lis, yo acompañaré a
la niña.
-
Gracias
Aldo –dijo Elia sin pararse ni por un segundo- pero este es mi camino y jamás
me separaría de ella ….
-
Pues
entones seremos tres – y Aldo sin dar tiempo a ningún reproche por parte de los
guardianes que de esta manera contravenían su deber de no dejar atravesar a
nadie las murallas de Lis, atravesó las puertas.
Pero Alicia no fue consciente de nada.
Pues a su cabeza vinieron las palabras de su madre:
"Hace mucho, mucho tiempo,
cuando el sol y la luna compartían el mismo cielo existió en el Reino de Lis
una hermosa mujer llamada Maelia. Dicen que su hermosura no era comparable con
ningún otro ser de la naturaleza y no es de extrañar que el rey de los lobos
que por entonces moraban en las tierras del norte de Lis quedara prendado de la
belleza de Maelia. Pero ella como es natural se desposó con un hombre y este
hombre le dio una hija. Pero cuando la niña cumplió cinco años, el rey de los
lobos encontró el hogar de Maelia y enfermo de amor y cegado por los celos el
rey dio muerte al hombre y se llevó a la hija de Maelia.
-
Bien ahora
¿cómo le explicamos al rey y sobre todo al Consejero del Sur que su único hijo
varón ha desaparecido de reino? –los guardianes de las puertas de la muralla
estaban enfrascándose en una acalorada discusión, hecho que propició que Siro
se liberara de las garras del que lo mantenía preso y sin dudarlo y antes de
que pudieran cerrarse las puertas, se deslizó con sorprendente destreza a
través de ellas.
-
Mejor vivo
que muerto, es lo que siempre digo – es lo último que los guardianes escucharon
de la boca de Siro y lo primero que oyeron Elia y Aldo pues Alicia había
recordado la leyenda de Maelia.
Se llevó a la niña a través de todo
el reino de Lis y Maelia los siguió consumida por la rabia, la pena y la
desesperación. El rey decidió ocultar a la pequeña en las tierras del sur que
por aquel entonces constituían el límite natural de reino ya que no había
muralla ni bosque. Pero la ocultó tan bien que a él mismo se le olvidó el lugar
exacto. Maelia recorrió esas tierras palmo a palmo y a medida que pasaban los
días crecía su tristeza y su desesperación. Las lágrimas brotaban de sus ojos
con la fuerza que sólo posee el amor más infinito y puro. Y por cada lágrima
derramada surgió en la tierra un hermoso árbol que al correr de los años se
transformó en un enigmático y tupido bosque, un bosque surgido del amor más puro
y la tristeza más profunda. En las lindes de ese bosque quedó atrapado el rey
de los lobos muerto en vida a sabiendas de que Maelia jamás le perdonaría.
Y dice la leyenda que Maelia sigue
vagando por el bosque, buscando a su hija perdida y que el rey de los lobos la busca en los
límites conservando la esperanza del perdón de Maelia.
Ningún ser humano puede atravesar el
bosque, y la leyenda dice que solo una niña de corazón puro que pueda mirar en
los ojos de Maelia y el Lobo será capaz de encontrar a la niña perdida y
atravesar el bosque con vida."